Lo que está pasando en Valencia estos últimos días es indignante, menores de edad arrastrados por los pelos, pateados, apaleados, narices rotas, brechas en la cabeza, detenidos. Dice la policía que son el enemigo y ya se sabe que a este ni agua y menos si son peligrosos adolescentes armados de libros y mochilas. Pero claro, luego miran al cielo piensan en Dios y reciben las órdenes de sus superiores que dicen que no escatimen en repartir hostias bendecidas por la delegada del gobierno en Valencia. Hay que enseñar a estos pequeños terroristas que pretenden que el estado les proporcione una educación de calidad en unos centros que no se caigan a trozos y donde en lo más crudo del crudo invierno funcione la calefacción y no te tengas que traer una manta de casa porque los chorizos de turno han dejado las arcas vacías y no se pueden pagar las facturas. Pretenden convertir a los niños a su dictatorial fe de si no hay te aguantas o te pagas un centro privado, si puedes, a base de bautismo de porra y caucho.
Son decenas los vídeos que circulan por Internet con las muestras de los abusos policiales y te pone los pelos de punta ver tanto las agresiones policiales con sus sangrientos resultados, como ver gente que pasa por su lado tan tranquila como si aquello no fuera con ella, hasta algunos se paran a contemplar las carreras y los envites como si se tratara de los Sanfermines. Imagino que deben ser los votantes del PP a los que resultará edificante observar como sus políticos y su policía les limpia la calle de protestas. Deben ver a estas criaturas como perroflautas o lo que es peor, pequeños aprendices de rojos, ellos que tan bien habían limpiado sus calles tras la entrada triunfal en la ciudad de sus ejércitos después de la victoria nacional. Lástima que ayer el ardor guerrero cegara tanto a las huestes policiales que se liaran a palos con profesores, padres, invidentes, periodistas y hasta viandantes despistados, lo de pegar a diputados ya no es novedad después de las patadas recibidas por Mònica Oltra la semana pasada.
Ayer se manifestaron en solidaridad con los chicos y chicas del Lluís Vives en Barcelona y Madrid, ha habido encierros en diferentes IES y universidades de la Comunidad Valenciana y hoy por toda la geografía del estado habrá concentraciones de rechazo a esta violencia, que con su justificación desde el poder no da a entender otra cosa que estamos en un régimen policial donde del sonido de las porras en los tiernos costillares podemos pasar al ruido de sables “democrático”. Estruendo cuyo eco se hace cada vez más fuerte a partir de todas las medidas represoras que nos han aplicado estas últimas semanas, sonido marcial que ya ni la santa constitución puede acallar por mucho que la esgriman tergiversadoramente. Ahora los golpes de estado a los derechos de los ciudadanos se dan en las urnas. Es espeluznante escuchar hoy al contemporizador y beatífico Ministro de “Justicia” diciendo que los estudiantes impiden que nosotros seamos libres pues se meten con los que garantizan nuestra libertad, la policía nacional. Eso es fascismo. Mi libertad la garantiza mis derechos, esos que nos están robando, y la policía está para servir y velar para que estos se puedan ejercer, todo lo demás es dictadura.
Lo más triste de todo esto es que puede que algunos de los padres de los niños que se manifiestan por una educación pública y de calidad hayan votado al PP y que con sus sufragios hayan condenado a sus vástagos al oscurantismo educativo y a la represión si no se someten a este. Y lo peor es que algunos de ellos hayan recriminado a sus hijos el protestar y meterse en líos diciéndoles que no se dejen influenciar por los que luchan por sus derechos, unos antisistema que subvierten el orden.
A una sociedad que le importa una mierda la educación de sus niños y adolescentes, que no se implica en defender uno de los puntales de la democracia. A los padres que pretenden solo que les den un título a sus hijos e hijas aunque los que lo reciban, a su mayoría de edad, no sepan ni comprender un texto o escribir sin faltas de ortografía. A los progenitores que no sufren por las deficiencias en los centros, que no padecen porque sus descendientes no tengan opción más que a las migajas que le deje este estado neoliberal, donde solo accederán a la educación de calidad aquellos que puedan pagarla para perpetuar la casta de los privilegiados y diferenciarla de la de los parias. Una sociedad que no tiembla ante el fracaso escolar y la falta de herramientas para que sus niños sean ciudadanos capaces de defender sus derechos, gracias a que se les haya inculcado la costumbre de pensar y analizar, está abocada al esclavismo y al desastre.
Esta nueva flor que ha surgido entre los adoquines de Valencia, entre libros y jóvenes, no puede ser flor de un día, como otras tantas, debe hacer primavera. Apoyemos a estos estudiantes y solidaricémonos con los profesores y padres comprometidos.
Hoy a las 20 horas ante todas las sedes del PP concentraciones por el cese de la brutalidad policial en Valencia, la liberación de los detenidos y por una educación pública de calidad.
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