Estos días de manifestaciones en las calles de Catalunya por la libertad de Pablo Hasél estalló la rabia, que con tanto esmero han sembrado quienes roban el futuro a una juventud que no tiene nada que perder. Unas manifestaciones que van mucho más allá de la defensa del rapero, algo tan evidente que por eso deben tapar con el manto de miopía de los medios, enseñando cadáveres de contenedores como si fuera un genocidio de plástico por el que rasgarnos las vestiduras de demócratas. Una lista de caídos por su basura, la legislada, aprobada y por sus promesas de derogación, que se pasan por la trituradora del sistema. Indecentes titulares de violencia, aplicada a objetos mientras las personas objeto de ésta siguen siendo invisibilizadas y criminalizadas como siempre. La mordaza sigue ahogando sus voces.
Ese despertar de gritos en las calles en medio de una pandemia vírica y de fascismo era lo que pretendía Hasél cuando decidió ir a prisión como preso político de firme militancia. Solo espero que como otros despertares que hemos vivido no sean flor de un día. Espero por él que su sacrificio y la campaña de desprestigio que está viviendo, en el todo se vale de la mediocre prensa vasalla del Reino de España, no se traduzca en el fundido a negro en el que se convierte la vida de quien entra en la cárcel. Laberinto de instituciones penitenciarias donde impera la ley del silencio sobre lo que allí acontece. La campaña de acoso y derribo llega a todo lo que huele a antifascismo y estos días también Alfon se ha tenido que defender de las sucias acusaciones publicadas en la portada de ABC de delitos que no ha cometido. Difamar en titulares es gratis, tan solo y con suerte la persona vilipendiada obtendrá una rectificación en un lugar recóndito del diario, que no leerá nadie.
Y en esas calles donde se vacían ojos con balas de foam, se abren cabezas, se utiliza la porra con rabia al gravísimo grito de rojos de mierda en perfecto castellano por parte de la policía del estado español afincada en Catalunya, sigue ardiendo la hoguera de la indignación de los que no pueden estudiar, ni trabajar, ni emanciparse, ni ser sujeto activo y determinante en el juego amañado de la plena democracia española de Sánchez. Un espejismo que el PSOE de Suresnes, ese que renegó del marxismo y disfrazado de izquierda se comió sus siglas para regurgitarlas cubiertas de liberalismo y desvergüenza, de cloacas negras y pestilentes con contador de muertos, de corrupción, de mentira y vulneración de derechos humanos. Un espejismo que sus socios de gobierno, los que venían de corear en manifestaciones lo de PSOE y PP la misma mierda es, querían asaltar cielos, romper candados forjados en dictadura, los republicanos que van a los actos reales, lo hacen bueno mientras son apuñalados por la espalda. Esa es la democracia plena de quienes incumplen sus promesas electorales, sus pactos de gobierno y lo que haga falta con la mirada puesta en el poder absoluto como en los añorados tiempos de González. Ese consejero de lo privado que vestido de pana nos vendió el humo de la socialdemocracia española, gaseados de amnesia histórica para hacernos olvidar de donde veníamos y borrar las huellas que debíamos seguir para crecer como sociedad democrática. De aquellos humos esta densa niebla imantada que no hay quien atraviese ni con la brújula de la verdad, la justicia y la reparación.
Después de unas elecciones catalanas en que los votos independentistas suman más del 50 por ciento irrumpe en el escenario un nuevo actor al que nadie ha votado, un peligro democrático que demuestra que a los que no han ganado no les hace falta hacerlo en las urnas porque son poder fáctico que se impone como estado policial. Esa es la madurez democrática de este país donde los políticos presidenciables salen a la palestra a lavar la cara a unas fuerzas policiales desmandadas, apoyando actitudes chantajistas totalmente inadmisibles como la amenaza de ingobernabilidad de un cuerpo policial, el señalamiento de fuerzas políticas antifascistas, golpeando a sus cargos electos. Lo hacen en rueda de prensa y acorralando a manifestantes en una orgía de golpes, en una lluvia de patadas, puñetazos e insultos que nunca brindan a quienes hacen apología del fascismo, a la ultraderecha o a los negacionistas de alto standing. Y luego viene la fiscalía y lo afina y la magistratura gira la llave. Y así se cierra el ciclo en el que los antifascistas acaban acusados, multados, encarcelados y los fascistas salen satisfechos de los juzgados brazo en alto. Y la Generalitat de Catalunya forma parte del juego de esa democracia plena, llena de grietas por las que nos perdemos en su laberinto de injusticia y represión. Lo hace siendo parte de la acusación que hunde la vida de inocentes que se manifestaron por la emancipación de esta histórica institución. Cobardía oculta tras el acatamiento por imperativo legal como excusa para salvar su honor.
Y es denigrante que más allá de tristes representaciones como ausentarse o no aplaudir en ciertos actos en fechas que conmemoran sus victorias, nuestras derrotas, orquestados por quienes taparon el estrangulamiento del atado y bien atado con tramposo lazo de pseudodemocracia monárquica constitucional, nada cambie en este estado sino para empeorar. Hemos pasado de la doctrina del shock a la del electroshock o como le dicen ahora terapia electroconvulsiva para que no convulsione la actual situación insostenible de crisis total y explote. Nos la aplican a modo de lobotomía para someternos a la estática de su falta de estética, picana democrática.
Estos días se vuelve a hablar en los foros de las concienciadas del síndrome de Sherwood como algo novedoso, tácticas ya conocidas, solo hay que ir a la hemeroteca para ver que ya está casi todo inventado. Que se lo expliquen a quienes en el 78 no se resignaban a Pactos de Moncloa y constituciones monárquicas españolas y se revelaban manifestándose en las Ramblas y aledaños, algunos tiroteados y muertos. Para eso sirven los medios, para descontextualizar la realidad bajo nuevos viejos epígrafes como terrorismo callejero y violencia extrema que tanto venden, hasta TV3 en una crónica a pie de calle tilda a los manifestantes de jóvenes hostiles. Gravedad de máxima urgencia sin UCI que la atienda.
Mientras la noticia eran contenedores ardiendo y escaparates de lujo quebrados, en la que el presidente de comerciantes de una calle de lujo bautizó con toda su desvergüenza como noche de los cristales rotos, en una banalización hiriente del nazismo. Mientras el Mayor de los mossos con síndrome de Estocolmo sentado en la furgoneta del Dragón 1, que no sabemos cuan Rapide es, supervisaba una Brigada Móvil que pudo provocar una masacre. Mientras el Conseller d’interior en prime time soltaba que las personas que se manifestaban en un 90 por ciento no sabían porque lo hacían. Mientras tanto seguimos en el efecto túnel sin vislumbrar el final, que no puede ser otro que la ruptura democrática que nos libre del yugo y de las flechas envenenadas de un estado que solo sabe imponerse por la fuerza.
Y hasta aquí las reflexiones de una antifascista a la que los mossos le podrían haber gritado el pasado sábado roja de mierda, el mismo grito que se oía en dictadura, distinto uniforme mismo lenguaje, sin que salten todas las alarmas. Tan roja como lo fueron quienes los que con su sudor y sus lágrimas me hicieron librepensadora y tan libre como se puede ser en este estado de asfixiante cinismo, en este nuestro reino de detrito.
1 comentario:
Pues entonces yo soy un puto rojo de mierda antifascista e independentista. Sólo me falta ser masón.
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