El alcalde Barroso ha sido elevado a la categoría de esperpento, de monstruo de feria que va paseando su republicanismo sin que nadie o casi nadie haya salido a la palestra a defender su postura. Trasciende del señor Barroso, quizá por su manera de expresarse, su faceta de personaje populista por encima de la de cargo público poniendo en jaque a la monarquía. Una visión interesada de los medios de comunicación que elevan a la categoría de anécdota una grave denuncia, quedándose el público con la sensación de que se trata más de un circo para divertir a la audiencia y pasando el mensaje transmitido a la consideración de chiste, no a la carga de profundidad contra la moralidad y la ética de la monarquía. Y no me refiero a los “polvos reales”, denominación barrosiana, a mí, como a él, no me importan los temas de testas cornamentadas, pero lo que tengo muy claro es que no quiero sufragarle las juergas al Borbón (recordemos que el rey llamaba cabrona a la reina ¿por algo sería?). También ha quedado en la categoría de anécdota las reiteradas denuncias del coronel Martínez Inglés, otro personaje considerado de Reality que no debe merecer ninguna credibilidad, pasándose por alto el que la justicia portuguesa haya admitido a trámite la denuncia presentada por este para que sea investigado el crimen cometido en Villa Giralda. Parece ser que en Estoril un Borbón mató a otro, uno que ya no era tan niño y que conocía perfectamente el manejo de las armas por hallarse en la academia militar de Zaragoza, ya sabemos que la historia está llena de accidentes Reales.
A todo esto estalla la polémica por el libro de Pilar Urbano, “periodista” de
Para que el esperpento esté presente de verdad, el sr. Zapatero, después de sus gloriosas palabras con las que aseguraba que el franquismo había sido absolutamente juzgado por la historia, pasa de humillar públicamente a aquellos que aún esperan una mínima justicia por haber sido víctima de una dictadura asesina, a humillarse a si mismo, defendiendo el papel de la reina y de la casa real. Porque lo cierto es que la monarquía no se siente tan bien tratada por los gobiernos de derecha como por los de “izquierda”, auténticos defensores a ultranza de la institución, que escupen sobre la república y los republicanos con ese servilismo genético que los acompaña. La impronta de
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