Cuando se oye la palabra integrismo automáticamente viene a la mente la palabra islámico y la imagen de un señor con barba al que sigue unos pasos atrás una señora con burka. La pequeña imaginación occidental y cristiana no es capaz de aplicar otros apellidos como católico o judío. El primero porque aquí se está imbuido del mismo y el bosque no deja ver los árboles. El segundo por el peso que sigue suponiendo el infame holocausto nazi, donde la Iglesia católica tiene algo que decir, y también por otra responsabilidad de ésta, otro exterminio, el que llevó a cabo con el pueblo judío sefardí, que fue perseguido, asesinado, robado y enviado al exilio. No olvidemos también que el franquismo y la Iglesia católica hicieron bandera del antisemitismo, era fácil oír hablar del contubernio judeo-masónico. Así pues, muchos obran con respecto al estado de Israel como el padre que consiente al hijo débil hasta el extremo de dejarlo convertirse en monstruo para luego observar sus crímenes con condescendencia, se le riñe pero no se le castiga. Las películas de Hollywood también han ayudado a extender un sentimiento de perdón hacia el estado de Israel por sus actuaciones contra el pueblo palestino por esa deuda que jamás saldaremos, contándonos el sufrimiento de millones de judíos durante el nazismo, padecimiento que seguimos compartiendo, denunciando abominables crímenes contra la humanidad que nos siguen golpeando, muerte y horror sufridos también por los republicanos españoles en los campos de exterminio. Pero eso no tiene que ser impedimento para mostrar el sufrimiento de Gaza en estos momentos, creo que pasará un tiempo antes de que tenga la oportunidad de sentarme a ver una superproducción donde la masacre del pueblo palestino, parias del Extremo Oriente y del mundo, sea la protagonista. El dinero de los poderosos hermanos árabes no está para hacer proselitismo de la causa palestina, ellos sólo utilizan a este pueblo como bandera que ondean cuando les interesa.
Con mi visión atea observo una realidad donde la razón impera sobre la fabulación y sobre lo intangible, y puedo denunciar y censurar los crímenes que en nombre de lo indemostrable se cometen cada día. Tengo pues autoridad para calificar a todas ellas de integristas y el RAE me avala con la siguiente definición de integrismo: Actitud de ciertos sectores religiosos, ideológicos o políticos, partidarios de la intangibilidad de la doctrina tradicional.
No nos engañemos las creencias religiosas son para los desfavorecidos, para que ofrezcan menor resistencia a la manipulación, un instrumento de control para los que quieren para si el poder y el capital. Constituyen un modus vivendi para los que necesitan creer para existir, para los pobres de espíritu y para los que tienen tendencia natural al fanatismo, todos ellos presas fáciles para las sectas. Al nombrar la palabra secta se nos viene a la cabeza la coletilla destructiva y pensamos en los que se suicidan para seguir la estela de un cometa, pero no en los cienciologos estrellas de cine o en las más cercanas y poderosas como el Opus Dei u otras como los Legionarios de Cristo o los Kikos. El bosque sigue sin dejarnos ver los árboles.
Nos encontramos con una gran secta guiada por el integrismo de sus dirigentes, que no llevan largas barbas o tirabuzones,la Iglesia católica española. Para eso me vuelvo a servir del RAE que define integrismo como movimiento ideológico español de fines del siglo XIX basado en principios antiliberales y que propugnaba la aplicación inflexible de la doctrina tradicional católica. Y es que desde la Restauración no han cambiado un ápice.
La Conferencia Episcopal es una buena hija de tan mala madre, mala porque no transige y en nombre de su fe predica muerte, discriminación y vejación para todo aquel que no obedece a su esquema, y extiende su perdón a criminales, pederastas y a los miembros de su club que le ofrecen su brazo poderoso aunque este sea el de un pecador, que jamás haya cumplido con ninguno de los 10 mandamientos.
El Papa se lanza a hablar de la cruzada contra el laicismo, el único y básico principio de esperanza de progreso para crear sociedades justas y democráticas. Y también añade la defensa de la familia, de su idea sectaria y anacrónica de familia. La cruzada es sinónimo de imposición, conquista y asesinato, cómo piensa llevarla a cabo ahora el Papa. ¿Va a animar a sus miembros y a sus fieles a usar los mismos métodos que utilizaron tras el golpe de estado de 1936, que tan bien supo propiciar, y los que utilizaron en la posterior represión fascista-franquista a la que tan buenos servicios prestaron y que tan pingues beneficios les reportaron? Quizá no tardemos en encontrar radicales católicos persiguiendo a homosexuales y rojos por las calles con la intención de exterminarlos.
La Iglesia integrista española, ávida de poder, no quiere renunciar a una España grande, libre y católica como la que les regaló el Caudillo, donde su poder alcanzó cotas gloriosas, aún más si cabe desde el nacimiento de la reina de las sectas patrias, el Opus Dei. Ya no le basta nuestro dinero que tan generosamente le han regalado los sucesivos gobiernos llamados democráticos, ni el trato de favor que le han dispensado los gobiernos socialistas. Quieren más, desean que en el apartado dela Constitución donde dice que este es un estado aconfesional, lo cual no es cierto, diga que es un estado católico, cosa que se ajusta más a la realidad. La voz de la Iglesia oficial llega al Parlamento a través de los partidos políticos afines, de la presión que ejercen sus ondas y pastorales, de sus manifestaciones de integristas con alguna bandera franquista y de las multitudinarias misas nacional-católicas al aire "libre" bajo lemas que huelen a naftalina. También difunden su mensaje a través de la monarquía que siempre se supo debe su poder a Dios, ya sabemos que éste no emana del pueblo, de ahí la insubstancialidad de la institución, de algo que no existe sólo puede venir la nulidad.
Efe
Son objeto de su ira los gays, lesbianas y transexuales, las familias que no responden al esquema papá, mamá e hijos, los que ejercen su derecho a abortar, los que quieren una muerte digna, los que defienden un estado laico y una educación sin crucifijos, ni religión en sus aulas, hasta los que usan preservativo para evitar la transmisión de enfermedades. ¿Qué hacer con todos ellos? ¿aniquilarlos como en tiempos dela Inquisición y otros más recientes? Los que quieran regir sus vidas por preceptos milenarios revisados y reformados a criterio e interés de la Santa Madre Iglesia, que lo hagan, pero que dejen al resto de la humanidad en paz. La fe es una cuestión personal no colectiva, ni mucho menos de estado. Cada uno es muy libre de creer en lo que mejor le parezca siempre que no haga daño al prójimo, ni invada su libertad a decidir por si mismo lo que mejor le conviene.
Ala Iglesia ya no le basta el dinero, quiere adueñarse de la Educación como en los buenos tiempos del franquismo. Quieren hacerse con esa cantera de cerebros tiernos a moldear a su conveniencia, clientela para su negocio en crisis por falta de público, ya que cada año la lista de no creyentes crece y el censo católico se mantiene gracias a lo difícil que es ser anulado de sus listados y a que se te bautiza cuando no tienes uso de razón, ni de defensa.
La cúpula católica es tan integrista, como hipócrita, falsa y decadente es su institución, cuya capital está asentada sobre la opulencia de un país creado a la sombra del fascismo, donde se cobijan pederastas, avaladores de golpistas, confesores de asesinos que cometieron crímenes contra la humanidad, defensores de torturadores. Un país sin libertades que quiere expandir su poder por el mundo y que a través de su jefe el Papa, que vive como Dios, y de las déspotas sotanas de sus cardenales y obispos, que no le van a la zaga en esto del buen vivir, hacen que su ejército de curas y de sumisas monjitas, algunas violadas por sacerdotes en el tercer mundo, que abortaron con permiso dela Iglesia y luego fueron silenciadas, que sólo obedecen y nada deciden, prediquen aquello que el Santo Padre dice, sin opción a interpretar las Santas Escrituras, como pasa en el caso de otras religiones cristianas.
Alejados de la buena vida viven otros católicos, de los que se sirvela Iglesia para ofrecer una imagen de caridad y entrega a los demás, son los que creen en los evangelios porque necesitan saber que Dios existe y hacer el bien a través de su supuesta palabra, no dejan de ser buenas y crédulas personas, que benefician con su labor a la colectividad, pero predicando para grandeza de una institución que no los merece y expandiendo la semilla de una creencia que no hará libres a quienes la reciban.
Así pues, son tan integristas los integristas católicos, como los integristas musulmanes como los integristas judíos. Los judíos ortodoxos, sionistas, con sus armas al hombro, sus mujeres con la cabeza tapada por sus pañuelos y cargadas de hijos para repoblar los territorios robados a los palestinos, que son expulsados de sus casas y sus tierras, hacinados en grandes campos de concentración, presos en ciudades, condenados a la miseria, la enfermedad y la muerte al antojo de los nuevos abanderados de los crímenes contra la humanidad. Los integristas musulmanes que restringen las libertades individuales y colectivas, que enarbolan regímenes autoritarios, que hacen invisible a la mujer y que mandan autoinmolarse a los fanáticos, los desesperados o simplemente a los que nada les queda porque todo les han quitado.
Las tres grandes religiones monoteístas son machistas, coartadoras de las libertades de las mujeres, pues parte de su éxito se lo deben al sometimiento de éstas, a su papel de transmisoras de su mensaje, a convertirlas en máquinas reproductoras con capacidad para cuidar hijos, maridos, padres y abuelos, esclavas familiares para servir al hombre y a la familia, además de trabajar fuera de casa, en caso de serle permitido. La mujer tiene que ser comprensiva, dulce, sumisa, fiel, huir de la provocación y su existencia la justifica su entrega a los demás. Este mensaje es común a todas ellas.
No hay nada que más asuste a las religiones expansivas y depredadoras que el laicismo y nada que les cause más pavor que un ateo, enemigo nº 1 de todas ellas, seguro que en este punto estarían totalmente de acuerdo. Una sociedad librepensante, con sólidos principios morales, contribuiría a formar ciudadanos sin ataduras a más fe que la del ser humano en si mismo y en el progreso de una sociedad, donde la paz sería más viable y donde sería mucho más fácil ser feliz, tal como predica el bus ateo que estos días circula por Barcelona. De ahí que hablar de República y de valores republicanos ponga tan nerviosa ala Iglesia reaccionaria ahora, como hace 7 décadas.
Con mi visión atea observo una realidad donde la razón impera sobre la fabulación y sobre lo intangible, y puedo denunciar y censurar los crímenes que en nombre de lo indemostrable se cometen cada día. Tengo pues autoridad para calificar a todas ellas de integristas y el RAE me avala con la siguiente definición de integrismo: Actitud de ciertos sectores religiosos, ideológicos o políticos, partidarios de la intangibilidad de la doctrina tradicional.
No nos engañemos las creencias religiosas son para los desfavorecidos, para que ofrezcan menor resistencia a la manipulación, un instrumento de control para los que quieren para si el poder y el capital. Constituyen un modus vivendi para los que necesitan creer para existir, para los pobres de espíritu y para los que tienen tendencia natural al fanatismo, todos ellos presas fáciles para las sectas. Al nombrar la palabra secta se nos viene a la cabeza la coletilla destructiva y pensamos en los que se suicidan para seguir la estela de un cometa, pero no en los cienciologos estrellas de cine o en las más cercanas y poderosas como el Opus Dei u otras como los Legionarios de Cristo o los Kikos. El bosque sigue sin dejarnos ver los árboles.
Nos encontramos con una gran secta guiada por el integrismo de sus dirigentes, que no llevan largas barbas o tirabuzones,
La Conferencia Episcopal es una buena hija de tan mala madre, mala porque no transige y en nombre de su fe predica muerte, discriminación y vejación para todo aquel que no obedece a su esquema, y extiende su perdón a criminales, pederastas y a los miembros de su club que le ofrecen su brazo poderoso aunque este sea el de un pecador, que jamás haya cumplido con ninguno de los 10 mandamientos.
El Papa se lanza a hablar de la cruzada contra el laicismo, el único y básico principio de esperanza de progreso para crear sociedades justas y democráticas. Y también añade la defensa de la familia, de su idea sectaria y anacrónica de familia. La cruzada es sinónimo de imposición, conquista y asesinato, cómo piensa llevarla a cabo ahora el Papa. ¿Va a animar a sus miembros y a sus fieles a usar los mismos métodos que utilizaron tras el golpe de estado de 1936, que tan bien supo propiciar, y los que utilizaron en la posterior represión fascista-franquista a la que tan buenos servicios prestaron y que tan pingues beneficios les reportaron? Quizá no tardemos en encontrar radicales católicos persiguiendo a homosexuales y rojos por las calles con la intención de exterminarlos.
La Iglesia integrista española, ávida de poder, no quiere renunciar a una España grande, libre y católica como la que les regaló el Caudillo, donde su poder alcanzó cotas gloriosas, aún más si cabe desde el nacimiento de la reina de las sectas patrias, el Opus Dei. Ya no le basta nuestro dinero que tan generosamente le han regalado los sucesivos gobiernos llamados democráticos, ni el trato de favor que le han dispensado los gobiernos socialistas. Quieren más, desean que en el apartado de
Efe
Son objeto de su ira los gays, lesbianas y transexuales, las familias que no responden al esquema papá, mamá e hijos, los que ejercen su derecho a abortar, los que quieren una muerte digna, los que defienden un estado laico y una educación sin crucifijos, ni religión en sus aulas, hasta los que usan preservativo para evitar la transmisión de enfermedades. ¿Qué hacer con todos ellos? ¿aniquilarlos como en tiempos de
A
La cúpula católica es tan integrista, como hipócrita, falsa y decadente es su institución, cuya capital está asentada sobre la opulencia de un país creado a la sombra del fascismo, donde se cobijan pederastas, avaladores de golpistas, confesores de asesinos que cometieron crímenes contra la humanidad, defensores de torturadores. Un país sin libertades que quiere expandir su poder por el mundo y que a través de su jefe el Papa, que vive como Dios, y de las déspotas sotanas de sus cardenales y obispos, que no le van a la zaga en esto del buen vivir, hacen que su ejército de curas y de sumisas monjitas, algunas violadas por sacerdotes en el tercer mundo, que abortaron con permiso de
Alejados de la buena vida viven otros católicos, de los que se sirve
Así pues, son tan integristas los integristas católicos, como los integristas musulmanes como los integristas judíos. Los judíos ortodoxos, sionistas, con sus armas al hombro, sus mujeres con la cabeza tapada por sus pañuelos y cargadas de hijos para repoblar los territorios robados a los palestinos, que son expulsados de sus casas y sus tierras, hacinados en grandes campos de concentración, presos en ciudades, condenados a la miseria, la enfermedad y la muerte al antojo de los nuevos abanderados de los crímenes contra la humanidad. Los integristas musulmanes que restringen las libertades individuales y colectivas, que enarbolan regímenes autoritarios, que hacen invisible a la mujer y que mandan autoinmolarse a los fanáticos, los desesperados o simplemente a los que nada les queda porque todo les han quitado.
Las tres grandes religiones monoteístas son machistas, coartadoras de las libertades de las mujeres, pues parte de su éxito se lo deben al sometimiento de éstas, a su papel de transmisoras de su mensaje, a convertirlas en máquinas reproductoras con capacidad para cuidar hijos, maridos, padres y abuelos, esclavas familiares para servir al hombre y a la familia, además de trabajar fuera de casa, en caso de serle permitido. La mujer tiene que ser comprensiva, dulce, sumisa, fiel, huir de la provocación y su existencia la justifica su entrega a los demás. Este mensaje es común a todas ellas.
No hay nada que más asuste a las religiones expansivas y depredadoras que el laicismo y nada que les cause más pavor que un ateo, enemigo nº 1 de todas ellas, seguro que en este punto estarían totalmente de acuerdo. Una sociedad librepensante, con sólidos principios morales, contribuiría a formar ciudadanos sin ataduras a más fe que la del ser humano en si mismo y en el progreso de una sociedad, donde la paz sería más viable y donde sería mucho más fácil ser feliz, tal como predica el bus ateo que estos días circula por Barcelona. De ahí que hablar de República y de valores republicanos ponga tan nerviosa a
No hay comentarios:
Publicar un comentario