No estamos viviendo tiempos para exagerar los preceptos cristianos delante de los que a golpe de pecho católico se los pasan por el arco del triunfo.
La izquierda oficial con su complejo de inferioridad, deseando siempre ser perdonada, estar bien vista, ser políticamente correcta, con su discurso ponderado, nos hizo tragar en su día el sapo de la reconciliación nacional con una sonrisa beatifica en los labios, aceptando esa claudicación en tiempos en que todavía había presos políticos en las cárceles y se seguía ejecutando. Lo hizo sin pensar en las víctimas que bajo tierra no podían entender tanta generosidad.
Esa izquierda que ahora se muestra como un Salomón de tres al cuarto queriendo hacer justicia con una Ley de la Memoria que equipara verdugos con víctimas, para contentar a una España que ruge y que muestra su zarpa avisadora, a esa que no reniega de la dictadura y sus crímenes, que se siente victoriosa y que no sabe apreciar esos gestos sacrificados. Esa izquierda se equivoca.
Cuando en las manifestaciones de países latinoamericanos se corea “ni perdón, ni olvido para los asesinos”, nuestra izquierda de la poltrona se echa las manos a la cabeza, pero la derecha entiende perfectamente el mensaje, sólo que ellos corearían “ni perdón, ni olvido para las víctimas”.
La reconciliación nacional para los que no tuvieron que renunciar a nada fue una nueva victoria sobre los ya vencidos. Ellos, cuando tuvieron la oportunidad de aplicar aquello de la caridad cristiana, escucharon a la Iglesia que los guiaba y que clamaba sangre, menospreciando el perdón. Ellos no perdonaron los supuestos crímenes de los perdedores, si no que se ensañaron como fieras salvajes con los que defendieron la legalidad democrática, en un exterminio político sin precedente.
Cuando hubo oportunidad de hacer justicia con mayúsculas, el miedo y la falta de interés sepultó en el peor de los olvidos a las víctimas. Fue un menosprecio a su lucha y su sufrimiento, exigir el sacrificio del perdón a cambio de nada para construir un supuesto mundo sin divisiones, en pos de una modernidad y una democracia de la que nada sabíamos y de la que nos regalaron el título sin haber asistido a clase. Se consideró que no era tiempo de reivindicar a los que yacían perdidos con un tiro en la cabeza, era la hora de disfrutar de la movida madrileña. Entonces, una izquierda, complacida en su poder, se esforzó mucho en discursear consignas de lucha de baja intensidad, pero siguió quitándose la boina delante del cacique como antaño.
Y digo yo, en un estado donde todos se han dado, y algunos se siguen dando, bofetadas por ocupar el centro, o sea, la falta de compromiso, nadie se ha dado cuenta de que las dos Españas existen y van a perdurar. Porque las ignoremos y pretendamos un falso estado de hermandad, el hecho está ahí, y quizá más de uno debería pensar que el río que fluye por debajo de la corrección política cada día es más turbulento y puede que se desborde y se lleve a su paso mucha hipocresía. Quizá es hora de hablar claro y alto y explicar lo que es de justicia, sin miedo, y enseñando que ese es el único camino para avanzar.
Decirle al gobierno socialista, que ser más papista que el Papa no le va hacer ganar las próximas elecciones, que la derecha no se avergüenza de nada, que ataca con el víctimismo del vencedor, el que utiliza para llevar a cabo sus tropelías en nombre de los agravios recibidos. Que se ríe de nuestros muertos, que se siente impune, superior, porque nadie les ha obligado a sentirse avergonzados por haber llevado a la más terrible oscuridad durante décadas a su adorada España, ya que se sienten orgullosos de ello. No se ató a la fiera y no se le enseñó a comportarse cuando su posición fue más débil y ahora nadie quiere ponerle un bozal.
También expresar, que ya que tanto predican el perdón para los pecados de los fascistas, y nos exigen el sacrificio de pasar página, y renunciar a llegar a estadios más democráticos sin el lastre de coronas. Pedirles que ellos se apliquen la medicina que nos quieren hacer tragar y decirles que no le den al enemigo la llave de la democracia en bandeja de plata. Que acabe la persecución en Euskal Herria, que se derogue la ley de partidos o que se aplique a los muchos partidos fascistas que con sus mensajes dinamitan los principios de esa democracia de la que tanto se les llena la boca. Que los registros y detenciones que se vienen produciendo últimamente también se produzcan en las sedes de esos mismos partidos que amenazan, que utilizan la violencia, que matan, que destrozan el mobiliario urbano y los monolitos erigidos en honor de nuestros muertos, los que dieron la vida por la causa de la libertad. Que acabe esta situación de excepción tan bien aceptada por la sociedad, manipulada y saturada por los mensajes simples y propagandísticos que lanzan los medios de comunicación. Situación aplaudida por, hasta ahora, gente nada sospechosa, que en su ceguera están aplaudiendo el asentamiento del mecanismo de persecución política, que podrá seguir utilizando la derecha cuando ocupe el poder y quizá entonces el perseguido sea el que ahora juega a gato. Que perdonen a la izquierda abertzale por querer ocupar un espacio político dentro del juego democrático.
Y como dice un amigo, ya está bien de querer ser pelo de cola de león antes que cabeza de ratón. O es este quizá el juego, el bipartidismo a la americana, la alternancia de poder, una legislatura cabeza otra cola. Pues siento comunicarles que esto no es EEUU, aquí la derecha va a votar como un solo hombre mientras el abstencionismo crece entre el votante socialista, lo cual se traducirá en que cuando ya no haya con quien coaligar se verán relegados a ser la cola con la que matar las moscas que le moleste a la cabeza del león.
Dicen que cuando uno se va haciendo mayor todas aquellas cosas que no te gustaban de tus progenitores acabas por reproducirlas y con el tiempo las conductas marcan más intransigencia, puede que por eso, los que están en el poder, y ya van teniendo una edad, estén reproduciendo los tics de sus papás, que recordemos que eran o son hijos del Movimiento. Quizá si fueran los hijos de los que andan desaparecidos otro gallo nos cantara.
Si se quiere entender que estas líneas son un alegato de revancha, si piensan que hacer Justicia a los luchadores antifascistas, reclamar la vuelta a la legalidad usurpada y el derecho a decidir de los pueblos como punto de partida y premisa para empezar a entendernos, que cada uno saque sus conclusiones. El ánimo es totalmente constructivo, pero la verdad duele mucho.
La izquierda oficial con su complejo de inferioridad, deseando siempre ser perdonada, estar bien vista, ser políticamente correcta, con su discurso ponderado, nos hizo tragar en su día el sapo de la reconciliación nacional con una sonrisa beatifica en los labios, aceptando esa claudicación en tiempos en que todavía había presos políticos en las cárceles y se seguía ejecutando. Lo hizo sin pensar en las víctimas que bajo tierra no podían entender tanta generosidad.
Esa izquierda que ahora se muestra como un Salomón de tres al cuarto queriendo hacer justicia con una Ley de la Memoria que equipara verdugos con víctimas, para contentar a una España que ruge y que muestra su zarpa avisadora, a esa que no reniega de la dictadura y sus crímenes, que se siente victoriosa y que no sabe apreciar esos gestos sacrificados. Esa izquierda se equivoca.
Cuando en las manifestaciones de países latinoamericanos se corea “ni perdón, ni olvido para los asesinos”, nuestra izquierda de la poltrona se echa las manos a la cabeza, pero la derecha entiende perfectamente el mensaje, sólo que ellos corearían “ni perdón, ni olvido para las víctimas”.
La reconciliación nacional para los que no tuvieron que renunciar a nada fue una nueva victoria sobre los ya vencidos. Ellos, cuando tuvieron la oportunidad de aplicar aquello de la caridad cristiana, escucharon a la Iglesia que los guiaba y que clamaba sangre, menospreciando el perdón. Ellos no perdonaron los supuestos crímenes de los perdedores, si no que se ensañaron como fieras salvajes con los que defendieron la legalidad democrática, en un exterminio político sin precedente.
Cuando hubo oportunidad de hacer justicia con mayúsculas, el miedo y la falta de interés sepultó en el peor de los olvidos a las víctimas. Fue un menosprecio a su lucha y su sufrimiento, exigir el sacrificio del perdón a cambio de nada para construir un supuesto mundo sin divisiones, en pos de una modernidad y una democracia de la que nada sabíamos y de la que nos regalaron el título sin haber asistido a clase. Se consideró que no era tiempo de reivindicar a los que yacían perdidos con un tiro en la cabeza, era la hora de disfrutar de la movida madrileña. Entonces, una izquierda, complacida en su poder, se esforzó mucho en discursear consignas de lucha de baja intensidad, pero siguió quitándose la boina delante del cacique como antaño.
Y digo yo, en un estado donde todos se han dado, y algunos se siguen dando, bofetadas por ocupar el centro, o sea, la falta de compromiso, nadie se ha dado cuenta de que las dos Españas existen y van a perdurar. Porque las ignoremos y pretendamos un falso estado de hermandad, el hecho está ahí, y quizá más de uno debería pensar que el río que fluye por debajo de la corrección política cada día es más turbulento y puede que se desborde y se lleve a su paso mucha hipocresía. Quizá es hora de hablar claro y alto y explicar lo que es de justicia, sin miedo, y enseñando que ese es el único camino para avanzar.
Decirle al gobierno socialista, que ser más papista que el Papa no le va hacer ganar las próximas elecciones, que la derecha no se avergüenza de nada, que ataca con el víctimismo del vencedor, el que utiliza para llevar a cabo sus tropelías en nombre de los agravios recibidos. Que se ríe de nuestros muertos, que se siente impune, superior, porque nadie les ha obligado a sentirse avergonzados por haber llevado a la más terrible oscuridad durante décadas a su adorada España, ya que se sienten orgullosos de ello. No se ató a la fiera y no se le enseñó a comportarse cuando su posición fue más débil y ahora nadie quiere ponerle un bozal.
También expresar, que ya que tanto predican el perdón para los pecados de los fascistas, y nos exigen el sacrificio de pasar página, y renunciar a llegar a estadios más democráticos sin el lastre de coronas. Pedirles que ellos se apliquen la medicina que nos quieren hacer tragar y decirles que no le den al enemigo la llave de la democracia en bandeja de plata. Que acabe la persecución en Euskal Herria, que se derogue la ley de partidos o que se aplique a los muchos partidos fascistas que con sus mensajes dinamitan los principios de esa democracia de la que tanto se les llena la boca. Que los registros y detenciones que se vienen produciendo últimamente también se produzcan en las sedes de esos mismos partidos que amenazan, que utilizan la violencia, que matan, que destrozan el mobiliario urbano y los monolitos erigidos en honor de nuestros muertos, los que dieron la vida por la causa de la libertad. Que acabe esta situación de excepción tan bien aceptada por la sociedad, manipulada y saturada por los mensajes simples y propagandísticos que lanzan los medios de comunicación. Situación aplaudida por, hasta ahora, gente nada sospechosa, que en su ceguera están aplaudiendo el asentamiento del mecanismo de persecución política, que podrá seguir utilizando la derecha cuando ocupe el poder y quizá entonces el perseguido sea el que ahora juega a gato. Que perdonen a la izquierda abertzale por querer ocupar un espacio político dentro del juego democrático.
Y como dice un amigo, ya está bien de querer ser pelo de cola de león antes que cabeza de ratón. O es este quizá el juego, el bipartidismo a la americana, la alternancia de poder, una legislatura cabeza otra cola. Pues siento comunicarles que esto no es EEUU, aquí la derecha va a votar como un solo hombre mientras el abstencionismo crece entre el votante socialista, lo cual se traducirá en que cuando ya no haya con quien coaligar se verán relegados a ser la cola con la que matar las moscas que le moleste a la cabeza del león.
Dicen que cuando uno se va haciendo mayor todas aquellas cosas que no te gustaban de tus progenitores acabas por reproducirlas y con el tiempo las conductas marcan más intransigencia, puede que por eso, los que están en el poder, y ya van teniendo una edad, estén reproduciendo los tics de sus papás, que recordemos que eran o son hijos del Movimiento. Quizá si fueran los hijos de los que andan desaparecidos otro gallo nos cantara.
Si se quiere entender que estas líneas son un alegato de revancha, si piensan que hacer Justicia a los luchadores antifascistas, reclamar la vuelta a la legalidad usurpada y el derecho a decidir de los pueblos como punto de partida y premisa para empezar a entendernos, que cada uno saque sus conclusiones. El ánimo es totalmente constructivo, pero la verdad duele mucho.
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