El escándalo es mayúsculo, hasta el Papa está en el ojo de mira por su implicación en la ocultación de casos de pederastia. Los perdones públicos y los millones ya no son bastante para tapar una realidad constatable y es que el seno de la Iglesia ha sido el paraíso del pederasta y otras cosillas. Que mejor sitio para ocultar el "vicio" y el "pecado" que el púlpito desde donde te condenaban al infierno por sólo enseñar un tobillo, esto del rasero no es un instrumento de tecnología y precisión alemana como el Papa. Así al Vaticano le crecen los enanos y otros figurantes para su circo de la fe. La familia Ratzinger es perseguida por dedos acusadores como el del New York Times en un acto de justicia divina.
El otro día decían en Intereconomía que no había para tanto, que estas cosas pasaban en cualquier colectivo y teniendo en cuenta el número de almas, algunas muy negras, que conforman el de la secta católica, que esto era una gota de agua en el océano. Que era mucho peor lo del colectivo de profesores de karate isleños que aquellos si eran peligrosos, deberá ser por impíos, porque no es lo mismo una mano golpeadora que una mano que reparte hostias bendecidas.
La cuestión es que mientras tanto siguen machacando al prójimo con lo de la familia tradicional a muy cafre que esta sea, pues con un padre, una madre y una recua de hijos el cielo está en tus manos, con lo del preservativo (muere ahora y alcanzarás la eternidad) y con la estrella absoluta: el aborto, venga con los niños blanquitos, rubitos y con todos sus deditos a toda pancarta para crearnos mala conciencia, igual que cuando la casa real saca a las niñas de los príncipes para congraciarnos con la monarquía. ¿No es eso un uso poco ético de la imagen de los niños o sólo pasa cuando alguna famosa chabacana los saca en las revistas?
Mientras tanto apostemos por un estado totalmente laico donde las cuestiones como la enseñanza y la sanidad estén en manos exclusivas de una administración que pueda hacer justicia terrenal cuando toque y no en manos de los ministros del señor y la justicia divina católica, que siempre está dispuesta al perdón y más si se trata de uno de los suyos, a muy repugnante que este sea.
El otro día decían en Intereconomía que no había para tanto, que estas cosas pasaban en cualquier colectivo y teniendo en cuenta el número de almas, algunas muy negras, que conforman el de la secta católica, que esto era una gota de agua en el océano. Que era mucho peor lo del colectivo de profesores de karate isleños que aquellos si eran peligrosos, deberá ser por impíos, porque no es lo mismo una mano golpeadora que una mano que reparte hostias bendecidas.
La cuestión es que mientras tanto siguen machacando al prójimo con lo de la familia tradicional a muy cafre que esta sea, pues con un padre, una madre y una recua de hijos el cielo está en tus manos, con lo del preservativo (muere ahora y alcanzarás la eternidad) y con la estrella absoluta: el aborto, venga con los niños blanquitos, rubitos y con todos sus deditos a toda pancarta para crearnos mala conciencia, igual que cuando la casa real saca a las niñas de los príncipes para congraciarnos con la monarquía. ¿No es eso un uso poco ético de la imagen de los niños o sólo pasa cuando alguna famosa chabacana los saca en las revistas?
Mientras tanto apostemos por un estado totalmente laico donde las cuestiones como la enseñanza y la sanidad estén en manos exclusivas de una administración que pueda hacer justicia terrenal cuando toque y no en manos de los ministros del señor y la justicia divina católica, que siempre está dispuesta al perdón y más si se trata de uno de los suyos, a muy repugnante que este sea.
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