Después del artículo del inefable
Ussía sobre los zapatos de Rato criticando su llamativo mal gusto, y puede que
algo más entre líneas, pensé en renunciar a este título. Pero no debemos
permitir que nos sigan robando ni el lenguaje, ni las ideas, para que sean
tergiversadas y usadas en nuestra contra por el falangismo imperante.
Así pues, cuando empieza el
juicio sobre los hechos de la Plaça Catalunya de Barcelona, donde se imputa a
un subinspector de los Mossos d’Esquadra, conocido por su afición a golpear a
diestro y siniestro a todo lo que se mueve y lo que no. Cuando esto se produce
a instancia de la denuncia interpuesta por David Fernández, cuando no era
diputado de las CUP, que recibió en ese día, en que la imagen de los Mossos se
hundió en el fango de la represión, 23 golpes de porra. Veintitrés golpes por
defender la democracia en estado puro. Es indecente que se hable de la zapatilla
de David y no del zapato de Rato y de las botas que están a su servicio.
El otro día en la jaula de grillos
de la Sexta Noche siguieron los insultos y descalificativos feroces contra
David por ser una persona normal, coherente y decente, que tiene una camiseta
para denunciar con sus lemas lo que toque aquel día en el Parlament. Para eso
se le votó y todas y todos sus votantes han sido injuriados durante la última
semana. A parte del todo es ETA,
se metieron con su higiene, porque el no gasta los trajes con corbata que se
ven en los parlamentos, ni en los platós, ni los zapatos de piel y suela de
cuero duro como sus pellejos, por los que resbala la injusticia hasta llegar a
sus hondos bolsillos en forma de abultados sobres.
El zapato de los “Ratos” tiembla
ante la zapatilla de los David y hace muy bien en temblar porque la mentira
tiene las patas cortas y la verdad, insufrible ya para la mayoría, expuesta con
gran claridad, enmudeció al empresario, vicepresidente, ministro, banquero
internacional y nacional, ex–FMI, consejero múltiple. Ese Rato al que
criticaron los suyos porque no se defendió ante los argumentos de una persona,
que sostenía como muestra de desprecio una zapatilla en la mano, según algunos
un arma de destrucción masiva. Sostenía una sandalia en nombre de todos
aquellos que no podían hacerlo, los muertos de Irak y los muertos y vivos
engañados y robados por Bankia, que en su desesperación seguro que alguno no
hubiera podido evitar lanzársela con mejor o peor puntería.
Así como hasta hace no tanto la bota fascista caracterizó la imagen
de una época de dictadura, represión, muerte y una transición de olvido y
puñalada trapera, el zapato exclusivo de Rato, anaranjado, y con cuyo precio
podría comer una familia de varios miembros varios meses, es la imagen del
descarnado y devorador neoliberalismo salvaje. Ese que no te pega un tiro en la
nuca sino que provoca que tú saltes de un quinto piso. Así mantiene sus manos
limpias y consigue el mismo objetivo, la desaparición, del ya ni paria de la
tierra, para que deje de ser un impedimento para sus aniquiladores planes. Y para ayudar, desde los medios de
desinformación, entrevistan a especialistas que sostienen que los que se
suicidan en muy rara ocasión es por desesperación, que lo hacen porque tienen
una enfermedad mental, y es que ahora la pobreza y la exclusión social no es
más que una enfermedad de la psique, que se debe anestesiar para beneficio de
las farmacéuticas.
El zapato de los Rato trajo la
crisis y nos ahogó en ella para perpetuar y perfeccionar el pérfido Sistema al
que sirve desde hace tiempo y pretende impedir que la legión de sandalias de
David se organicen:
preferentistas, desahuciados, parados, abandonados por la
administración, …. y se crean con la fuerza necesaria para pisar los callos y
los juanetes de los que les insultan y roban permanentemente.
La sandalia del diputado y
quienes se ponen en ellas son, debemos ser imparables, pues está en juego
nuestra dignidad y nuestra supervivencia.
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