Al hilo de la sentencia y la
condena a 3 años para algunos de los manifestantes indignados que rodearon el
Parlament, en un contexto de represión y recortes sin precedentes en Catalunya,
unas reflexiones. Escuchando desde ayer a diferentes tertulianos a sueldo,
voces convencidas de dar servicio a sus amos, fieles siervos del micro y la
pluma, exhibirse como asépticos cumplidores y seguidores de los mecanismos que
el sistema impone para su autoprotección, como salvaguarda de la democracia. Llenándoseles
la boca de garantías y de escrupulosa aplicación de la ley ante delitos tan
graves como intentar impedir el funcionamiento de un parlamento, no puedo más
que reír por no llorar.
Cuando manifestantes ucranianos
con sus banderas con esvásticas derrocaban un gobierno elegido en las urnas,
esos mismos tertulianos avalaban que se rodearan los órganos de gobierno en
Kiev. Cuando los opositores a Chávez en Venezuela intentaron entrar hasta la
cocina del gobierno para derrocarlo con un golpe de estado patrocinado y
aplaudido desde Madrid, entre otros, era el poder de la democracia contra los
golpistas bolivarianos, lástima que olvidaran que ese gobierno había surgido de
las urnas. Igual que cuando oímos que la República se instauró sin el aval
democrático. Hay votos que no cuentan para aquellos que deciden cuales computan
y cuales no. Y cuando no pueden cambiar el resultado electoral lo hunden con
sus conspiraciones, sus presiones y sus contubernios como en el Chile de
Allende, luego aparecen los salvadores de la patria con sus fusiles al hombro
como el 17 de julio de 1936. Y tras ellos los que confirman que era para evitar
un mal mayor, introduciendo su bien amado concepto orden, que quita los
desmanes del mundo, seguridad a cambio de libertades y derechos. Y podríamos
seguir con otros muchos ejemplos, de ayer y de hoy, porque lo clásico siempre
se lleva.
Cuando interesa, esa asepsia se
va por el sumidero de sus tergiversaciones y acaban siendo titulares
machacantes que convencen a una población, que todavía carece del suficiente
espíritu crítico como para pensar al margen del bombardeo mediático. Uno de los argumentos más usados que se
han puesto sobre la mesa ha sido el: muy bien, ¿qué os parecería que fueran los
“contrarios” los que estuvieran asediando el Parlament? ¿qué les parecería a
los de las CUP que no dejaran entrar a sus representantes? Recuerdo
perfectamente una concentración por la memoria histórica en un pequeño pueblo
de Galicia donde algún edil se dedicó a ir de puerta en puerta de los que
pensaban asistir para decirles: luego no os quejéis si vienen los Otros. No sé si sus fantasmas, como en la
película de Amenábar, o sus descendientes de carne y hueso que marcaron su
territorio con pegatinas de Falange. Y con ese reduccionismo y simplismo quieren
resolver la cuestión, aunque el trasfondo de esas preguntas y afirmaciones es
muy perverso y constituye el problema en sí.
Ellos quieren desligar el motivo
de los hechos, los actores de sus actuaciones y aplicar el código penal, lo que
les da una pátina de justos y equidistantes. Es terrible que ese mensaje cale en
la gente, con la inoculación del miedo implícito que lleva el razonamiento, de
si no castigamos a los que defienden una causa justa cuando traspasan la raya establecida,
vendrán los que defienden el derrocamiento por la extrema derecha del sistema
democrático. Entonces perderéis los derechos que os garantiza el sistema actual,
a estas alturas microscópicos, porque habremos levantado las barreras de
seguridad. La cuestión es que la usurpación de la democracia ya ha llegado a
través de las urnas, aupando a partidos que resultan ser una ONG sin pecado
cuando desfalcan al fisco para financiarse ilegalmente, porque ellos se lo
guisan y ellos se lo comen amparados en su mayoría absoluta y su falta de
vergüenza, mientras hay gente desesperada que pasa hambre y no llega a medio
mes. Pero en este caso su gobierno
es legal y legítimo y los mecanismos de los que se les llena la boca se los
pasan por salva sea la parte, y no especificamos orden ni cronología porque el
producto no se altera, ni ellos tampoco.
Importa y mucho la causa que
empuje a una manifestación o a cualquier acto de oposición al atropello de los
derechos que protegen las necesidades más elementales de un ser humano como son
un techo, la alimentación, la salud, la educación. No es lo mismo el pan de las
pancartas de falange, que el pan de las marchas de la dignidad y si no ponemos
en valor que los que beben de las fuentes del fascismo no deberían tener la
misma consideración que los que les plantan cara, es que no hemos aprendido
nada. Si no podemos rebelarnos
contra tanta injusticia, tanto fascismo disfrazado de democracia, tanto cinismo,
si tenemos que aplaudir enunciados como el de la 52/2007, una ley cobarde que
niega la justicia a las víctimas del franquismo bajo la equiparación y el
eufemismo: ley por la que se reconocen y
amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron
persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. ¿Dónde
estamos? ¿Dónde vamos?
Y volviendo al inicio. El
numerito que se montó con bajadas de helicóptero por haber planificado ¿a
sabiendas? muy mal el control policial, les llegó como balón de oxigeno de mayo,
en un momento en que la situación era insostenible para un gobierno que se
ahogaba en su incompetencia. Siempre al servicio de los que exigían los
recortes, muchos eran de los suyos, que no sufren por tener la sede embargada,
por el caso Millet, el Pujol y otros tantos que no hacen mella en su dura
concha neoliberal. Utilizar la indignación de la ciudadanía para obtener un rendimiento
político no es otra cosa que manipulación ilícita, jugar sucio y un insulto a
quienes sufren. Montar teatrillos abusando de su legalidad y bajo la falsa capa
de la legitimidad no se ajusta a los derechos que se merece el pueblo.
Concluyendo, que nos dejen de
equiparaciones y comparaciones, pues mientras se legisle para asfixiarnos y doblegarnos,
mientras vamos dóciles a las que han sido hasta ahora sus urnas bipartidistas,
protectoras de la impunidad, de coronas y constituciones hijas de legados
dictatoriales, de corruptelas y cacicadas, no podemos seguir interpretando el
papel de público complaciente a mucha ley mordaza que empuñen.
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