Ahora que los hombres lloran,
nosotras no podemos llorar, ahora que ellos pueden ser metrosexuales, nosotras
no podemos ir sin depilar, ahora que ellos no tienen que avergonzarse como
género de sus fracasos, la mujer tiene que ser una heroína que de la talla en
todos los ámbitos de su vida. Pero para ello generalmente no entra en la
mayoría de los casos en competencia con el hombre sino con sus compañeras, como
le ha enseñado el sistema capitalista, divide y vencerás. Y mientras tanto nos
dejan exhibir un feminismo de salón y exposición, de tetas al aire con mensajes
escritos. Es difícil enseñar el propio cerebro sin exponerte a la muerte. Y de
las aptitudes no hablemos, pues por desgracia son invisibles a los ojos de los
despiadados que mueven el mundo, a no ser que éstas consistan en revolcarse en
el lodo de las máximas neoliberales. ¿Pero entonces seríamos mujeres o seríamos
una nueva especia hecha a imagen y semejanza del prototipo de macho líder de la
manada pero con útero?
Ayer escuché una entrevista a Sissi
Vovou fundadora de Syriza y dijo algunas verdades de libro. Cuando le
preguntaron sobre el porqué de la ausencia de mujeres en el gobierno Tsipras,
ella contestó en líneas generales que era el patriarcado basado en el poder de
la Iglesia, en su caso la ortodoxa. Y esta idea quedó ligada en la siguiente
pregunta sobre que opinaba de Tsipras, a lo que contestó que era un estupendo
líder y bella persona, pero que esa no era la cuestión, sino el hecho de que
todavía, como en el culto secular a la deidad, necesitamos de esa figura que
nos dirija y que hasta que no superemos ese concepto no estaremos en uso de la
verdadera democracia. La influencia de las grandes religiones monoteístas, de
los dioses llegados o por llegar, ha sido una lacra para la mujer, esos dioses
todo amor si sigues sus dictados, cuando tuvieron que escribir las normativas
de su club no amaron igual a todas sus criaturas, se dedicaron a marcar a las
mujeres y a parte de las normas generales les reservó unos capítulos para
estigmatizarlas y catalogarlas como seres inferiores, dedicadas a la
procreación y a culminar los deseos y apetitos de los hombres. Ellos unos
machotes, ellas unas pecadoras.
En el mal llamado primer mundo
las mujeres que han llegado a la cúspide y han tenido un papel hegemónico global,
han tenido que jugar a ser dios como sus compañeros de poder. Pero para ello
han tenido que reproducir el papel estereotipo del hombre fuerte, mientras
ellas han tenido que ser serias, castas, rectas e inamovibles sus compañeros podían hacer fiestas con
menores, tocar el culo a las señoras, ser unos inútiles integrales ….. El
neoliberalismo ha querido crear una mujer que si quiere llegar a la cúspide
tendrá que reproducir su esquema, un ser inflexible e implacable para someter a
la crítica a puño de hierro y decir amén a su doctrina. Y las mujeres que
tienen ambición han tenido que jugar a ser más papistas que el Papa.
Es evidente que a mismo puesto
ocupado por dos incapaces, uno hombre y otra mujer, que las hay, la mujer será
la diana de todos los comentarios insidiosos relacionándolos con su género. Unos
dirán que por rara avis en el panorama político y empresarial, pero la realidad
se llama machismo. Sabemos
identificar las causas del problema porque está frente a nosotras ¿pero tenemos
las soluciones a una cuestión que arrastramos por los siglos de los siglos y que
si no hay un cataclismo seguiremos así por los siglos venideros?
No se trata del concepto
igualdad, debatíamos ayer un grupo de mujeres tras ver el estupendo documental Digna Rabia, que os recomiendo desde aquí, se trata de ser mujer y tener los mismos
derechos que un hombre. Véase igual salario, igual promoción a las mismas
capacidades, igual reparto de las tareas domésticas y de las cargas familiares,
pero no de la igualdad entre sexos pues somos diferentes. Muchas decían estar
orgullosas de ser mujer: de ser fuerte, de ser capaz, de no hundirse ante la
adversidad, de ser superviviente para luchar por los que quieren, de no
sucumbir ante el estereotipo de la Barbie, de educar a seres humanos libres de
prejuicios, de crear a través de la solidaridad y la red de apoyo colectiva. Y
ese modelo que ha movido el mundo mientras los hombres se enzarzaban en
conquistar, someter, matar, mandar y pavonearse con uniforme y con chaqueta y
corbata, era el que debía cambiar este mundo infectado de injusticia social.
Porque mientras unos destruían, otras creaban aun desde el sometimiento, como
una especie superviviente.
Hablar de la mujer como grupo
homogéneo es imposible pues hay una división primera en dos mundos, el de
arriba y el de abajo, donde la mujer vive la injusticia a diferentes niveles,
aunque hay cosas que pueden compartir como la esclavitud de la imagen como si
fueras un producto de consumo, como el maltrato físico y psicológico del
machismo que lo impregna todo y que no está ligado ni a conocimientos, ni a
capacidades económicas sino a la educación, que sigue siendo el gran caballo de
batalla para cambiar las cosas algún día. Pero mientras dios campe por el BOE
esto será imposible.
A los que piensan que la lucha de
las mujeres entra en colisión con la lucha global contra el neoliberalismo
salvaje se equivoca, pues mientras la mujer cae en la trampa de la igualdad mal
entendida, cargándose día a día con más ocupaciones y obligaciones y mirándose
en el espejo del enemigo, la oportunidad de crear un mundo más justo se va por
el desagüe. El machismo y el miedo a la mujer que aporta otra visión de los
conceptos inamovibles, tanto en la izquierda como en la derecha, ha sido una
tónica, y si no existiera el concepto cuota su invisibilidad sería aun mayor. La
pena es que si no reaccionamos a tiempo lo mejor de ser mujer se perderá en un
mundo de hombres, que nos ha vendido que ese también es nuestro mundo y esa
será la perdición de las futuras hijas.
Estamos hartas de tener un día
para que una minoría salga con las pancartas a corear consignas, algunas irreproducibles,
en tono festivo y provocador para saber que existimos como colectivo. Y
mientras esto ocurre este domingo, la mayoría de las mujeres estarán trabajando,
limpiando, haciendo la comida, encargándose de los niños, algunas en misa
adoctrinándose para crear pequeños monstruos y perpetuar el machismo, viendo en
la tele programas que las encasillan, visitando enfermos o personas mayores,
... y la mayoría sin cuestionarse tan siquiera que la desigualdad las marca más
allá de una queja esporádica. Y a las mujeres que lean esto y digan que doy una
visión sesgada y catastrofista, propia de la generación de nuestras madres,
puede ser que no convivan con la realidad de los que tienen menos que nada o de
las mujeres que acaban reproduciendo el rol “femenino” en la intimidad, aunque
su imagen pública no corresponda con ese estereotipo, que las hay.
Dedicado a las mujeres de puño en alto, rojas, algunas sin saberlo, que dieron una oportunidad a sus hijas y nietas con su sacrificio y sus renuncias, no porque se lo dijera un cura, sino por el amor a los suyos y para verse reflejadas en futuros mejores. Con respeto y admiración, para que no tengamos que pagar el precio que ellas abonaron con su sudor y sus lágrimas.
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