Esta semana hemos
asistido a una clase de interpretación de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado digna de un vodevil malo. Se han retratado a si
mismos como damisela de folletín del XIX asustada ante un villano de
libro, solo que en esta ocasión el malvado era una abuela o una niña
con mirada de odio. Se ve que la gente que el 1 de Octubre fue a
realizar un acto democrático con total normalidad en medio de la
excepcionalidad marcada por el gobierno Rajoy estaba poseída por el
maligno. Uno tras otro han ido sumando declaraciones que el tribunal
no ha dejado contrastar con los vídeos que podrían haber demostrado
la farsa, porque no le ha salido de la toga a Marchena. De haberse
proyectado los vídeos se hubiera visto entonces que si alguien odió
empleando una violencia desproporcionada, de forma prepotente y
abusiva fueron los plañideros.
Durante todo este juicio
se ha podido comprobar que para seguirlo al minuto hay que tener un
estómago a prueba de bombas, unos nervios de acero, la flema de un
británico clásico y una brújula para no perderte mientras maldices
delante del televisor llevándote las manos a la cabeza. La mentira
impune, el esperpento de los pobres servidores de la ley
aterrorizados ante murallas humanas viles e iracundas, las y los
letrados de la administración de justicia llorando ante el miedo a
ser devorados por unas masas cantoras con claveles y carteles en la
mano, ha sido un espectáculo deleznable. El cenit llegó con la
comparación de un número que explicó que lo que vivieron esos días
en Catalunya, señoras y señores uniformados como castillos, fue
como las experiencias que cuentan los veteranos de los inicios del
conflicto vasco. Como twitter es muy afilado, el personal empezó a
hacer cuentas y quedaron horrorizadas las personas que luchan por las
pensiones ante el drama de esos pobres beneméritos obligados a
jubilarse más allá de los 70 años. Pero ante las defensas
admitieron que los únicos que iban armados eran ellos, que no se
lesionó a ningún policía ni guardia civil, pero que su orgullo
quedó dañado, ya se sabe que una mala palabra ofende más que un
golpe y el estrés postraumático que sufren por culpa de insultos y
visiones de esteladas necesitará años de sesiones de psiquiatra.
Para estrés el que
sufrió el pueblo de Catalunya que fue a votar, las personas que
recibieron de los uniformados la caricia de sus gritos, de sus
insultos, de sus porras, sus botas y sus escudos, las que vivieron en
tensión toda la jornada defendiendo sus colegios democrática y
pacíficamente mientras veían imágenes indigeribles. Personas que
convirtieron ese día en historia democrática con un acto de
desobediencia civil multitudinario, solidario, emotivo, valiente
propio de un pueblo insumiso ante el despotismo y la intolerancia de
los comportamientos totalitarios de un estado, que solo sabe usar la
fuerza como argumento. La gran diferencia es que unos llevan ciertas
situaciones en su empleo y sueldo y la ciudadanía no, lo único que
espera ésta es un comportamiento digno del funcionariado a quien
paga su salario.
La pregunta siguiente es
si esas personas que salieron a saludar a los balcones de sus hoteles
pistola en mano, que corrieron por las calles de pueblos golpeando a
diestro y siniestro, que gritaban con cara descompuesta dejadnos
actuar o el a por ellos, esas pobres víctimas de desalmados
votantes, cómo podrán cumplir su deber cuando lo que tengan delante
sean peligrosos y sanguinarios delincuentes armados si la tercera
edad con caras de odio nunca vistas les aterroriza.
Lo más triste y grave es
la descontextualización de todo lo que se ha llevado a juicio en
relación a las personas que fueron a apoyar sus instituciones, a
mostrar su descontento con los registros e incautaciones de material,
el registro sin orden judicial de la sede de la CUP, la defensa de su
derecho a votar sí o no a la independencia de Catalunya en un
referéndum, acto ya despenalizado. Como si la situación que se
vivió a partir de septiembre de 2017 hubiera surgido de la nada,
como si no fuera una concatenación de negativas e intervencionismo
del estado en una sociedad acostumbrada a protestar y a defender sus
derechos. No se levantó la gente una mañana hasta la coronilla de
aguantar tanta humillación sin argumentos que avalaran su hartazgo, armada con flores para la policía. Y francamente como ya he dicho en
más ocasiones no era una cuestión de independencia, gente nada sospechosa de independentista se echó a la calle el día 20 a defender la autonomía y sus instituciones. Era una cuestión de no
dependencia de un régimen coronado con un déficit democrático
alarmante, que fija sus objetivos en la disidencia de todo gremio a
golpe de mazo de sala de injusticia. Veníamos de mordazas,
titiriteros, manadas, de Altsasus, de raperos, de tuiteros…. y
vamos a la total criminalización del ejercicio de la radical
democracia, que avalan los derechos humanos. Y ahí pillamos todas y
todos, tarde o temprano, lo digo para las y los que piensan que esto
no va con ellas y ellos.
Y para que no me acusen
de abominar unos cuerpos policiales concretos solo por llevar la
bandera española en sus uniformes, voy a dedicar unas líneas a los
Mossos d'Esquadra. Acusados de delincuentes independentistas,
cuestión ya desacreditada por Trapero, que hasta tenía un plan
elaborado de motu propio para detener al Govern elegido
democráticamente antes de que se lo solicitara ningún juzgado. Una
policía de Catalunya que es más bien “en” que “de” que
recibe órdenes del estado español y que se afana en cumplirlas con
gran celo, como se ha demostrado este viernes entrando en más de dos mil colegios en
horario lectivo en busca del lazo amarillo perdido, rebuscando en los
cajones y armarios de los profesores, quitando hasta lazos morados
del 8 de marzo y comentando en algunos colegios que había mucho
color amarillo porque habían colgadas en un pasillo unas bombillas
de cartulina. Lo nunca visto, policía en los centros de primaria con
sus uniformes enseñando a los niños que la libertad es algo que se
pisa por la fuerza. Pero teniendo en cuenta que en los stands de
educación está el ejército todo cobra más sinsentido. Una policía
catalana que protege con celo los chiringuitos de los fascistas, que
pueden tirar mandos del cuerpo por el suelo mientras los de la
ultraderecha quitan pancartas de las fachadas de los edificios
públicos a insulto pelado entre burlas sin que acaben detenidos. Eso
me lleva a la conclusión de que los Mossos son más fuertes que
otros cuerpos policiales, que no pueden digerir sentirse despreciados, lo
deduzco después de todo lo que han soportado de la extrema derecha,
escupitajos incluidos, sin soltar ni una lágrima. Después de lo
bien que los uniformados han tratado a la chusma de la una, grande y
libre, deberían tener el corazón partido por su desdén. La
explicación a tanta entereza debe ser la terapia del palo, el
desquite golpeando a antifascistas, un clásico desde Bolonia y el
15-M, manejando sus defensas como láser de jedi, contusionando sin
discriminación a diestro y siniestro, eso cura cualquier dolencia
del alma. Ya dijo un actual comisario al ser preguntado por la
violencia ejercida en el desalojo de la plaza Catalunya que se le
hubiera pegado al mismo Gandhi si se hubiera puesto por delante. Y
aquí no dimite nadie, ni se toman medidas de ningún tipo, es como
si el poder político tuviera miedo del poder policial cada vez más
crecido al amparo de una justicia, que hunde sus raíces en la
oscuridad de la dictadura. Así ni el conseller Buch, ni el propio
President, más allá de algún comentario que no va a ningún lado,
pone remedio a una situación muy peligrosa en democracia, si se
puede llamar así, y es la impunidad del abuso policial. Los mossos
viven como sheriff en Lejano Oeste vacilando al personal, amenazando,
golpeando, pero solo a los que plantan cara al fascismo de manera
pacífica y con las manos en alto. Y para muestra una extensa
colección de botones en la hemeroteca y las redes sociales. Dimisión
Buch.
Y una piedra fundamental
del despropósito que vivimos estos días está siendo una JEC que
actúa antes de que empiece la campaña electoral con medidas
intencionadas. Si van a por la simbología, aquí en Catalunya quizá
había que prohibir las banderas de todo tipo en los edificios
oficiales, todas, y retirar los símbolos fascistas de edificios de la
administración. Y este año que no se les olvide prohibir las portadas de la jornada de reflexión de
los grandes diarios entrevistando a líderes de su cuerda, como lleva
pasando años y años sin que nada ocurra. La pregunta que algunas
personas se hacen es si la JEC prohibirá también la retransmisión
del juicio a las presas y presos políticos, algunos candidatos, o en
este caso hará una excepción para que VOX siga luciendo túnica,
con el halo de credibilidad y decencia que da ir cargado de puñetas.
Esperemos que no se suspenda, aunque siga siendo un aparador para el
fascismo en forma de acusación particular.
Y mientras tanto la
agenda viene marcada por partidos en una carrera demencial al abismo
fascista con la inestimable colaboración de los medios que han
tenido a bien poner en el candelero al franquismo más purulento.
Gracias a la cobardía de quienes se han dejado arrastrar a ese
lodazal por un puñado de votos, los que abrazan la constitución
monárquica y una bandera que jamás podrá representar a quien
defiende la república y sus valores, aunque se piensen de
izquierdas. Cobardía a las dos orillas del Ebro, también de quien
defiende la república catalana pero no está dispuesto a desobedecer
mientras personas llevan más de un año en prisión preventiva por
sus ideas, mientras la gente pide unidad de acción y no estrategias
partidistas. Porque la República se seguirá fraguando de abajo a
arriba o no será.
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