Es lamentable que en el Reino de
España cuando consultas el Boletín Oficial del Estado al buscar las medallas
pensionadas del franquismo a sus verdugos, algunos siguen cobrándolas todavía, te
aparezca como período histórico para realizar la búsqueda el escueto título "Francisco Franco". Es insultante. Ni dictadura, ni régimen franquista, no,
Francisco Franco, sin ninguna connotación más, porque en este estado el negacionismo
es el pan de cada día. En un estado donde se publica en este mismo Boletín
Oficial del Estado los nombres con errores de los deportados a los campos nazis
en un listado incompleto, 74 años después de la liberación de Mauthausen, y se sigue obviando que todavía no se les ha
devuelto la nacionalidad a todos ellos, es muy triste. En un reino donde una
ministra se permite decir que España liberó París, cuando fueron soldados
antifascistas defensores de la legalidad republicana, que aquella España no
reconocía, los que pasearon la bandera tricolor por París o la rojinegra,
es indignante. Es falsear la historia, puesto que aquella España luchó al lado
del fascismo internacional enviando a la División Azul a combatir junto al
ejército alemán. Falsear y censurar, escondiendo la bandera legal y legítima de una República que yace en las cunetas y vive en los herederos de los que alimentan la tierra con su sangre roja. Censurar y recortar hasta el más vulnerador de los ridículos, como seccionar la bandera republicana de una viñeta de la magnífica obra de Paco Roca "Los surcos del azar" a provecho de la señora ministra y su gobierno, en su interés por tergiversar la historia y la memoria a favor de sus tesis revisionistas. Una ministra abucheada en París por aquellos entre los que pensaba darse un baño de mansa masa exiliada, al grito de "España mañana será republicana", ese fue el precio pagado por su ignorante soberbia. Qué se puede esperar de un gobierno que se pasea por los templos antifascistas con su bandera oficial y sus flores rojigualdas a mayor gloria de su invento España Global, una máquina de propaganda uniformadora de la pluralidad del estado. Un costoso instrumento, a cargo de los súbditos contribuyentes, para decir al mundo que este reino es una democracia perfecta como prueba del nueve de que no lo es, estulticia marca España.
Un estado donde los políticos sacan a sus muertos antifascistas como escudos oportunistas, a pesar de que legislan a favor de la protección de los golpistas, los de verdad. Todos tienen un abuelo o un tío que luchó por la libertad y/o murió por ella, una historia pasada que no merece ni un capítulo decente en los libros de las criaturas, que sí son adoctrinadas en el capitalismo amnésico, para ser fagocitados por el sistema sin que nadie se rasgue las vestiduras. Todo en nombre de la reconciliación, la misma que representa el Valle de los Caídos, donde los huesos de los republicanos son vejados cada día con flores frescas y misas franquistas para su asesino y captor, con el que comparten forzosamente una monstruosa tumba. Esa que sus hermanos antifascistas tuvieron que excavar como esclavos de la dictadura y de las empresas, que hoy en día siguen haciendo negocio gracias a la desmemoria inoculada, desde los medios que controlan, en una sociedad que ignora que el franquismo no ha muerto.
En un reino donde la impunidad
protege a los represores, un reino forjado y forzado por el dictador, que
cambió superficialmente para que nada cambiara en sus estructuras profundas. En
ese reino que se ampara en leyes como la ley de Amnistía contrarias a los
derechos humanos, esos que deben ser los pilares de cualquier democracia. Un
reino que sigue perpetuando modelos de recortes de derechos y libertades en el
caldo de cultivo de un fascismo que crece a pasos agigantados. En un reino
donde el estado permite que la ultraderecha, que se cocina con todos los
ingredientes clásicos: patriotismo vacuo, racismo, machismo, lgtbifobia, falsa
seguridad, mentiras repetidas mil veces, entre peligrosas soflamas nos
retrotraiga a tiempos de brazo en alto cara el sol. En ese reino, no se puede
hablar de democracia, menos mientras los propagadores de la extrema derecha
viven sin miedo, en esa misma impunidad que protegió a sus predecesores,
insultando y agrediendo, ahora desde los escaños que pagamos todos. Mientras tanto, siguen en la cárcel los
chicos de Altsasu, antifascistas, sindicalistas o los que siguieron el mandato
de sus votantes, mientras permanecen en el exilio votados, raperos y
activistas, mientras las multas de la ley mordaza siguen coartando la opinión y
las protestas amparadas por el derecho a huelga o manifestación. En ese reino
que es el Reino de España solo se puede sentir vergüenza, el orgullo, el honor
y la gloria está en los desaparecidos bajo tierra o sepultado en silencio y
falsedad.
Si callas otorgas.
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