Es lamentable, deplorable, y no debe ser ignorado, que los monumentos erigidos para homenajear a los luchadores por las libertades y las víctimas del fascismo sean atacados con total impunidad, allá donde estén, en una montaña, en un cementerio o en una plaza. Ocurre con asiduidad y como hecho normal a asumir, debe ser que honrar la memoria de los republicanos es un ejercicio de riesgo. Cuando profanan la tumba de un judío en un cementerio francés la noticia pasa a las agencias de prensa y se convierte en un acontecimiento de interés internacional, que acabamos viendo en los informativos. Los ataques que se llevan a cabo aquí contra los defensores de la democracia no tienen eco en los medios de comunicación, sólo queda internet y el correo electrónico para propagar el hecho. Ni tan siquiera las decisiones del ayuntamiento de Valencia sobre la gran fosa común de su cementerio ha tenido el eco que se merecía dado la importancia de la noticia y de la repercusión por el número de afectados, ¿cuántas personas constituyen 26.300 familias?.
Ahora le ha tocado al monumento situado en la cota 705, homenaje a los soldados republicanos que murieron defendiendo la República, luchadores contra el fascismo, que lo dieron todo en la Batalla del Ebro. El 18 de julio conmemoración no prohibida del golpe militar, Falange Española dejó su huella de destrucción, arrancando y robando, entre otras, la placa en memoria de Enrique Líster. Líster tiene su sitio en la historia y no será olvidado pues no faltarán quienes lo recuerden -el día 20 de septiembre se estrena en Santiago de Compostela un documental sobre su vida-, pero qué pasa con los republicanos anónimos, algunos de ellos unos niños, quién los recordará a ellos si sus nombres son borrados. 70 años después los fascistas siguen campando por sus fueros, así lo denuncia la Associació Enrique Líster.
Estos ataques no son actos vandálicos sino terrorismo fascista que debería preocupar a las instituciones democráticas de este país. Hay que ser intransigente con las conductas que pretenden hacer apología del franquismo o del nazismo, como en el caso de Cantabria, donde el monumento a las víctimas del campo de concentración de Mauthausen apareció lleno de esvásticas en marzo de este año. Cómo pueden profanar el recuerdo de los que murieron en medio de un horror que no somos capaces ni de imaginar.
Qué pasaría si un grupo antifascista se presentara en la vergüenza de cualquier democracia que es el Valle de los Caídos - ¡cuánta verdad!, de los caídos republicanos, que construyeron a la fuerza y a su pesar semejante delirio franquista, un acto de vejación a los que defendieron la República - con un bote de spray. Creo que sería portada de algunos medios de comunicación y noticia estelar en la emisora de las sotanas. Oiríamos hablar de intransigencia, intolerancia, resentimiento, revanchismo y otras barbaridades que ya hemos oído con anterioridad. Si con la retirada de una estatua ecuestre de Franco en Madrid, por parte del Ministerio de Fomento, hubo el revuelo mediático que hubo, llevó a los nostálgicos y a sus cachorros a protestar en directo, loando al dictador e insultando a todos los que no piensan como ellos, y fue noticia durante unos días, imagínate un ataque por parte de particulares a semejante mausoleo de fascistas. Las pocas retiradas de los muchos símbolos franquistas que todavía lucen con esplendor en la vía pública traen consigo las tan recurrentes consideraciones sobre si éstos deben ser dejados donde están porque pertenecen a la historia del país y hay que asumirlos con naturalidad. Reflexiones de los tibios que refugiándose en la tan manida reconciliación y en aquello ya pasó, mira hacia delante, dan pábulo a los que cualquier tiempo pasado les pareció mucho mejor. No hay que consentir al fascismo que de ni un paso y menos amparándose en la democracia y la tolerancia, palabras antónimas de fascismo e intransigencia.
Urge hacer un ejercicio de madurez y valentía, y promulgar una ley que castigue la apología del franquismo, que mande retirar a los ayuntamientos todas esas placas con nombres de asesinos. Puede darse la paradoja de que alguien esté viviendo, para su desgracia, en una calle con el nombre del que mató a su abuelo. Habrá quien diga que eso puede extrapolarse a la situación que pueden vivir los nietos de los franquistas, pero hay que recordar que unos defendieron el estado democráticamente elegido por los ciudadanos y otros lo atacaron, nos arrastraron a una sangrienta guerra, llevaron la represión a límites inconcebibles, nos privaron de libertades durante 40 años y nos dejaron un régimen anacrónico.
1 comentario:
Lo peor es cuando te los encuentras de cara. El pasado sábado me pasó en Alcalá mientras cenaba en la caseta que el PCE pone todas la fiestas. Allí estaban, 30 neonazis amenazando a todo el mundo. Cuando algunos nos marchamos volvieron y pegaron a chico de 17 años.
Enfrente de la caseta del PCE, la de Falange. Y encima el Alcalde de Alcalá va y dice que el año que viene no le deja poner la caseta a La Falange, pero al PCE tampoco. Claro, Bartolito es del PP.
En fin.
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