No es un secreto que la caridad cristiana bien entendida empieza por uno mismo. Eso debió de pensar el empresario que se sometió al lamentable espectáculo del programa "el secreto" de Antena 3. No diré su nombre, ni el de su empresa, para no hacerle más publicidad, ya que el publireportaje o megaspot a costa de las miserias ajenas ya ha sido más que suficiente.
Un pobre empresario que no se harta de decir que es un privilegiado y que la vida le ha tratado muy bien, a pesar de que su hermano murió por culpa de las drogas sin que este le ayudara, momento confesión lacrimógeno en el programa, pone imágenes a aquello de que los ricos también lloran, pero hay que decir que mucho menos. Este tipo es el protagonista de un Reality que hace honor al principio de caridad a la usanza pretransicional, que se remonta a la edad media, o sea, la hipócrita católica, dar limosna para que te besen la mano y te rindan admiración y pleitesía. El susodicho empresario, arquitecto de moda, hace ostentación innecesaria, a lo "Hola", de sus bienes incluida esposa, niño y servicio. Se pasea entre la vida de los desgraciados desheredados fingiendo que pasar una semana con sólo 50 euros (teniendo alojamiento y comida gratis) es muy duro, dando besos y abrazos, que cualquier aficionado a la psicología hubiera dicho que necesitaba más él que los afectados. Lo más denigrante de esta feria es cuando el solicito voluntario se quita su uniforme de pobre, que ningún pobre podría pagarse, para ponerse su traje, que causaría la envidia del propio Camps.
Recuperado su yo de rico (cosa que deseaba tan sólo 5 días después de su odisea entre los marginados) armado de cheques y llaves de pisos se convirtió en una llorona hada madrina del siglo XXI que, de asociación en asociación, fue recibiendo agradecimientos, haciendo decir a los "afortunados" que los milagros existen, debe ser que Jehová al final acaba proveyendo. Con 300.000 euros y dos camisetas del Madrid y del Atlétic, firmadas por los jugadores, este hombre tan bien relacionado acalla su conciencia, se siente reconfortado, hace una "buena obra" y demuestra que dinero, dios y fútbol es un trio invencible, máxime si tiene como aliada a la televisión.
No tiene precio cuando entra en una ocasión a comer a un bar y sólo le quedaban 6 euros, pero el que le atendió le ofreció el menú completo y lo trato estupendamente, quizá porque no es lo mismo tener poco e ir a comer, que tener poco e ir a comer acompañado de un cámara de televisión.
El susodicho empresario al final del programa actuaba ya con total desinhibición e impudicia, como un niño caprichoso haciendo entradas teatrales y enseñando los talones, reformando casas y vidas a su capricho y recibiendo abrazos catárticos.
Lo que tendrían que haber explicado es cuanto le hubiera costado a este hombre pagar todo ese tiempo de publicidad en televisión, de hecho, hubiera sido imposible hacer un anuncio de más de una hora. También saber cuanto le ha desgravado o le va a desgravar esos donativos. O sea, cuál es el beneficio que ha obtenido a cambio de besar a personas con problemas, limpiar un lavabo o servir unas mesas.
No puedo criticar a las asociaciones, ni a los afectados, porque exigir dignidad a éstos en tiempos de tanta crisis no sería justo, pero desde luego que tanto el arquitecto de marras como Antena 3 han carecido totalmente de vergüenza al ponerle precio a lo que no lo tiene.
Un pobre empresario que no se harta de decir que es un privilegiado y que la vida le ha tratado muy bien, a pesar de que su hermano murió por culpa de las drogas sin que este le ayudara, momento confesión lacrimógeno en el programa, pone imágenes a aquello de que los ricos también lloran, pero hay que decir que mucho menos. Este tipo es el protagonista de un Reality que hace honor al principio de caridad a la usanza pretransicional, que se remonta a la edad media, o sea, la hipócrita católica, dar limosna para que te besen la mano y te rindan admiración y pleitesía. El susodicho empresario, arquitecto de moda, hace ostentación innecesaria, a lo "Hola", de sus bienes incluida esposa, niño y servicio. Se pasea entre la vida de los desgraciados desheredados fingiendo que pasar una semana con sólo 50 euros (teniendo alojamiento y comida gratis) es muy duro, dando besos y abrazos, que cualquier aficionado a la psicología hubiera dicho que necesitaba más él que los afectados. Lo más denigrante de esta feria es cuando el solicito voluntario se quita su uniforme de pobre, que ningún pobre podría pagarse, para ponerse su traje, que causaría la envidia del propio Camps.
Recuperado su yo de rico (cosa que deseaba tan sólo 5 días después de su odisea entre los marginados) armado de cheques y llaves de pisos se convirtió en una llorona hada madrina del siglo XXI que, de asociación en asociación, fue recibiendo agradecimientos, haciendo decir a los "afortunados" que los milagros existen, debe ser que Jehová al final acaba proveyendo. Con 300.000 euros y dos camisetas del Madrid y del Atlétic, firmadas por los jugadores, este hombre tan bien relacionado acalla su conciencia, se siente reconfortado, hace una "buena obra" y demuestra que dinero, dios y fútbol es un trio invencible, máxime si tiene como aliada a la televisión.
No tiene precio cuando entra en una ocasión a comer a un bar y sólo le quedaban 6 euros, pero el que le atendió le ofreció el menú completo y lo trato estupendamente, quizá porque no es lo mismo tener poco e ir a comer, que tener poco e ir a comer acompañado de un cámara de televisión.
El susodicho empresario al final del programa actuaba ya con total desinhibición e impudicia, como un niño caprichoso haciendo entradas teatrales y enseñando los talones, reformando casas y vidas a su capricho y recibiendo abrazos catárticos.
Lo que tendrían que haber explicado es cuanto le hubiera costado a este hombre pagar todo ese tiempo de publicidad en televisión, de hecho, hubiera sido imposible hacer un anuncio de más de una hora. También saber cuanto le ha desgravado o le va a desgravar esos donativos. O sea, cuál es el beneficio que ha obtenido a cambio de besar a personas con problemas, limpiar un lavabo o servir unas mesas.
No puedo criticar a las asociaciones, ni a los afectados, porque exigir dignidad a éstos en tiempos de tanta crisis no sería justo, pero desde luego que tanto el arquitecto de marras como Antena 3 han carecido totalmente de vergüenza al ponerle precio a lo que no lo tiene.
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