CONSTRUCTORES DE REPÚBLICAS 2013


Desde que este blog se puso en funcionamiento en 2007 y no por mérito del mismo, sino de la ciudadanía inteligente y harta de tanta represión social y económica, son muchos los republicanos que por fin salieron del armario, miles sus banderas ondeando allí donde la injusticia campa. Este republicanismo enarbola la ruptura democrática, la libertad, la justicia social, la laicidad, la educación y la sanidad pública, gratuita y de calidad, los derechos humanos y también el derecho de los pueblos a su autodeterminación. Porque la solidaridad se construye desde la comprensión mutua y la lucha conjunta contra el enemigo común.

viernes, 9 de julio de 2010

CONTRADICCIONES Y PARADOJAS

A estas alturas del mundial ya no me queda esperanza. Es increíble como el tirón de la selección española disputado y aprovechado por políticos, medios de comunicación, casa real y los que no se dedican al negocio de la política pero están por el recorte de las libertades nacionales de todos los pueblos del estado español al grito de Arriba España, como coreaba mi vecino el otro día a pleno pulmón, se ha convertido en omnipotente figura que lo domina todo.

Ahora puede ser que esta selección, apodada maliciosamente como roja, venga a convertirse en la portadora de la segunda reconciliación nacional, aquella que hace que periódicos como el As titule “Visca España” y que el ayuntamiento de Barcelona ponga una pantalla gigante para ver la final del partido. La que produzca el milagro de que gente con la camiseta de la selección vaya mañana a la manifestación por la libertad de Catalunya, eso sí con el número de Puyol a la espalda, portando una gran senyera, como la que pedía a gritos Montilla para no tener que ir tras un lema inofensivo, que han intentado retirar esta semana. Lástima que la manifestación sea un día antes del partido y que esta quede eclipsada por la final.

Es increíble que muchos seguidores del Barça, “recordemos que es más que un club”, con un presidente, hasta hace cuatro días, que defiendía y defiende la independencia de Catalunya, con unos colores que algunos en su daltonismo confunden con los de la estelada, sin saber que el negocio está por encima de todo. Los mismos que hasta hace cuatro días todo lo que tuviera que ver con España les olía a azufre, ahora se muestren encantados con la victoria de la selección española y hasta no tienen nada que decir si banderas rojigualdas, con el toro en medio, trepan por Canaletas, lo que hace poco habría sido sacrilegio. No es raro que el nuevo presidente vaya a ver la final en directo. Todo esto no es normal. Y uno asiste a este espectáculo con cierto estupor, preguntándose cuál es el mecanismo para que todo esto pase. Si los jugadores del Barça son mayoría en la selección, entonces, se puede ser español, he oído, que bueno, en realidad, es como si ganara una hipotética selección catalana, pero, claro, luciendo la bandera del estado que no permite su existencia, qué paradoja.

Y esto sólo lo consigue este deporte ¿qué tiene el correr detrás de un balón que es capaz de eclipsarlo todo, de parar un planeta y de que un señor en calzón corto sea más importante que un investigador que tuviera en su mano la vacuna contra todos los tumores malignos? Hay gente que se ha endeudado, ha vendido lo poco que le quedaba para ir a Sudáfrica a ver una hipotética victoria de la selección de España. Triste.

No hay que olvidar que al hilo de las victorias nacionales a patada de bota deportiva está creciendo y se están desinhibiendo ciertos comportamientos y gestos poco habituales en Catalunya y que ahora amparados por el fútbol salen a la calle a manifestar slogans fascistas disfrazados de euforia futbolera. Tengo un amigo que vive cerca de una plaza barcelonesa conocida por las celebraciones de lo más granado de los ultras españolistas, él desde su ventana ha podido contemplar actuaciones escalofriantes de esta jauría, que en un país democrático hubieran sido atajadas de raíz. Entre sus cánticos xenófobos y resucitadores de viejas canciones de falangistas, hacen esvásticas de gasolina en las aceras bajo las ventanas de los vecinos y les prenden fuego en un despreciable acto de vandalismo, que algunos de la zona no deben encontrar tan desagradable.

Nunca se habían visto tantas banderas españolas colgadas de los balcones, eclipsando a las senyeres, que manifiestan su rechazo al Constitucional por el recorte d’un Estatut que ya fue cojo a Madrid. Y perdonad que carezca de sentido patriótico, pero es que a mi esa bandera no me representa y estos triunfos dormidina de estas glorias y héroes de una sociedad perdida entre flashes publicitarios y dura crisis me repatean el hígado. Lo que si me deja perpleja es que los que se llaman republicanos ese día prescindan del morado para celebrar triunfos efímeros y que luego me expliquen que hay que separar el deporte de la política ¿ingenuidad o nos toman por ingenuos?. La jornada de la aprobación de la reforma laboral los informativos abrieron con el fútbol y los políticos fueron preguntados sobre el resultado del partido, porque el recorte de derechos de los trabajadores no tenía porque importar a los ciudadanos.

El día del partido con Alemania a las 20 horas estaba en correos y el funcionario (él es de los pocos que van quedando) me dice: ¡qué! a ver el fútbol, a lo que yo le respondo que a mi ni me va ni me viene, e insiste el buen hombre diciéndome: es que juega España, y yo vuelvo a decirle: mejor me reservo mi opinión, y él vuelve a la carga: es que hay que hacer algo y alegrarse un poco, y yo le contesto: es que hay muchas cosas más positivas que hacer y más provechosas, por cierto, no te vi en la manifestación de funcionarios, y éste me responde: es que me descontaban parte de mi sueldo, a lo que le contesto: claro, ver la selección es gratis ¿no? ¿o nos cuesta algo mantener selecciones deportivas? Sin olvidar los famosos 600.000 euros de los que buena parte van a salir de nuestros bolsillos. Tras esta animosa conversación salgo de la oficina y tengo la sensación de ser la protagonista de una película de esas del día final, pues podía oír mis pisadas por las calles desiertas y doy fe de que no llevo tacones. Sólo recuerdo un día así y hace ya mucho tiempo, allá por el año 81. Ahora los golpes de estado a nuestra conciencia los dan en casa y a través de un cable.

El fútbol todo lo puede, hasta con el protocolo, seguramente que si Puyol hubiera ido desnudo la reina le hubiera dedicado su bobalicona sonrisa con la misma insistencia, pero el resto de los súbditos, que no le dan a ningún deporte que de gloria a la corona, tienen que arrodillarse. Son los nuevos dioses y la monarquía los necesita aunque sea en pelota picada. El rey cuya salud es muy dudosa no irá a la final, sí lo hará el cachorro real, que está preparándose para la segunda transición, que nos tocará vivir si no espabilamos, la del asentamiento de la Corona, pues ya no podremos esgrimir contra el hijo el pasado franquista del padre. Esto es así porque vivimos en un país personalista, que no entiende de orígenes fraudulentos de instituciones anacrónicas y que se deja embelesar por las portadas del papel cuché.

Pero claro si se retransmite en directo mundial el pronóstico de un pulpo y eso hace que miles de televisiones acerquen sus cámaras a un cefalópodo adivino y estas imágenes sean contempladas por millones de ciudadanos, supuestamente adultos, con auténtico frenesí, creo que hay poco más que añadir. Digo yo que si una elefanta pronosticara cuanto nos va a dar por donde la espalda pierde su casto nombre a los trabajadores europeos el Capital, no saldría ni en la tele local de donde estuviera empadronada la susodicha paquiderma.

Y lo que siento es no haberme podido contener y contribuir a hablar de lo que todo el mundo ya tiene en la boca.

Última noticia: el pulpo se ha comido los mejillones de las rías gallegas, así que todos tranquilos, ya sabemos que nuestra economía va a crecer un 0.7 por ciento y que nuestra tasa de natalidad va a aumentar. Además después de tanto esfuerzo el pulpo se jubila y sin recortes, los hay afortunados.

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