El sábado 10 de julio fue asesinado a golpes el ciudadano ecuatoriano y vecino de Cornellà de Llobregat, Carlos Gustavo. Fue salvajemente agredido ante su hija de 8 años, que desde entonces y debido al trauma que le ha quedado, no puede dormir en la que había sido su casa, pues justo delante de su puerta fue donde sucedieron los hechos. Fue un crimen racista ya que al grito de “sudaca de mierda” y “vete a tu país” no se puede dar otra explicación. Los tres grandes hombres que propinaron la paliza, abanderados de la justicia popular española, fueron detenidos para pasar a ser puestos en libertad bajo el cargo de lesiones. Esto es debido a que el bueno de Carlos para agradecerles la golpiza tuvo a bien morirse de un aneurisma, que le partieran la frente de una patada fue mera coincidencia. La petición de una segunda autopsia, solicitada por la familia, fue denegada y Carlos ya está en suelo ecuatoriano donde se intentará realizar una nueva autopsia.
El domingo 11 todo era rojo, pero no por el color de la sangre de este ciudadano, el mismo que el de la nuestra, sino porque la roja lo ocupaba todo y a nadie le importaba esta muerte, ni a sus propios vecinos del barrio. En la calle se comentaba que los tres héroes habían dado una lección de civismo a estos que vienen a tomar nuestras calles. La versión que ha circulado es que un tanto ebrio Carlos Gustavo quiso orinar en el parque delante de unos niños, un tanto inverosímil teniendo en cuenta que Carlos Gustavo vivía en un bajo y que estaba ni a 10 metros de su domicilio. Los agresores tras increparlo fueron hasta a su casa a seguir insultándole gravemente hasta que este salió y se liaron a golpes con él sin que nadie lo evitara.
Estos “superhombres”, jamás, bajo ningún concepto, aún suponiendo que hubiera existido un acto incívico habrían debido poner un solo dedo encima de este hombre, víctima de la crisis, pues según dicen sus amigos era un hombre muy trabajador al que había fallado el trabajo como a tantos de sus vecinos. ¿Tendría que armarme de un bate de béisbol e ir dando con él a los que veo orinar en la calle, a los que escupen en las aceras, pintan en las paredes, desparraman la basura por la acera o dejan que sus mascotas defequen sin recoger los excrementos?, o si nos vamos a horas más intempestivas ¿a todo aquel que va pasado de copas, grita en la calle o pone la música a todo volumen? Porque estadísticamente habría más conductas incívicas de “dnis” que de “nies”. ¿Qué hubiera pasado si tres machotes patrios hubieran roto la cabeza de uno de los muchos chicos británicos que se orinan en las calles de Barcelona? seguro que hubiera sido noticiable, mucho más de lo que lo ha sido en este caso. ¿Y si hubieran sido tres ecuatorianos los que hubieran atacado a un español? seguro que todavía traería cola. El caso de Carlos Gustavo no es único, porque los actos racistas proliferan y las agresiones son cada vez más frecuentes ante la pasividad de administraciones y ciudadanos.
EL 24 de julio ocurrió la tragedia del Love Parade en la que fallecieron dos chicas españolas que iban a celebrar su final de Erasmus en la famosa fiesta de música electrónica. Durante la última semana no ha habido informativo que no haya dado entre sus primeras noticias datos referentes a estas muertes, hasta el minuto de silencio del Ayuntamiento de Tarragona tuvimos oportunidad de conocer y ver. El día 28 desaparecen tres chicas de una localidad de Girona en un río mexicano mientras realizaban una excursión y la noticia toma el relevo de la anterior, el Ayuntamiento de Cassà de la Selva decreta un día de duelo y ondean las banderas a media asta. La muerte, debido a un acto de racismo manifiesto, de Carlos Gustavo no ocupó ni portada de diario, ni minutos de informativo. El Ayuntamiento de Cornellà de Llobregat ha mirado para otro lado y no se puso en contacto con la familia, ni tuvo a bien mandar a ningún representante al acto que varias organizaciones de la ciudad, junto a familiares y amigos de este vecino con el apoyo de SOS racisme y Plataforma contra la Intolerancia organizaron en el lugar de los hechos. En la ciudad de la lectura, como la ha bautizado su alcalde, que sólo cuenta con una librería para más de 90.000 habitantes, curioso, la cultura del respeto por la vida del prójimo brilla por su ausencia. A este acto acudió un representante del gobierno de Ecuador y ninguno del Ayuntamiento de Cornellà. El Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú a instancia del regidor de las CUP tuvo a bien solidarizarse con la familia de Carlos Gustavo. Quizá Carlos se equivocó por ser padre de familia, compañero, vecino, por sufrir la crisis y por nacer a unos miles de kilómetros de aquí, quizá si hubiera sido estudiante, hubiera estado de viaje y hubiera tenido dni podría esperar más respeto y más justicia.
El homenaje a Carlos, que se realizó bajo el lema el racismo nos divide, fue observado por hombres de mediana edad y jubilados que miraban a los concentrados con estupor y rabia, pudiendo escucharse comentarios del tipo “tendría que haber más muertos”, “qué se creen estos, que van a venir a hacer lo que les de la gana”, “aquí lo que hace falta es un Anglada que ponga las cosas en su sitio”. Estos no se acuerdan de cuando se tiraban en marcha del Sevillano o de otros trenes para no ser devueltos a sus lugares de origen, de cómo sus costumbres, que no entrarían en ningún manual de protocolo, imperaban allí donde llegaban porque el cambio no fue del día a la mañana. En Sant Ildefons se vendían gallinas vivas en las puertas de algunas casas y la seguridad en el barrio era más bien deficiente y no debido precisamente a gente de otros países sino a algunos de sus hijos, que por desgracia, fueron pasto de la droga y carne de delincuencia. La memoria es muy débil, pero hace unos años decir que se era de Cornellà era como decir que se era de ese Bronx que retrataron las películas de los 70. Y esos emigrantes se consideran socialistas y constituyen la cantera de votos de un PSC invicto en la localidad y por tanto quizá por eso el alcalde haya mirado para otro lado y no haya sido capaz de tener un solo gesto más que el de la avestruz.
Así que entre Loves Parades y viajes en lancha de pobres excursionistas engañados, que no cometiendo imprudencias, como hicieron los atropellados por el tren en la estación de Castelldefels, y muertes de carácter racista no hay color. En el desfile del amor, la convivencia y el respeto deberían ser protagonistas muchos nombres olvidados de víctimas de todo tipo de violencia fascista, como es el racismo, y ocupar el lugar que merecen en los medios de comunicación y con el tratamiento correcto, pero ante los tiempos de censura, prohibición y recorte de libertades que nos acompañan, es una utopía. Sólo nos queda la red, de momento.
El otro día en CNN+ daban las imágenes de Arizona con la detención de los emigrantes como un hecho deleznable y mientras el presentador nos mostraba su cara de indignación a la altura de su pecho se podía leer como la policía (española) podría detener a cualquier sospechoso de ir indocumentado. Eso sí es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, un deporte nacional en el que siempre se gana el oro.
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