El próximo miércoles 29 de septiembre se estrena, como función única, en los teatros de segunda de las grandes capitales “La Huelga General”. Una obra con muchas pretensiones pero con escaso predicamento de los directores Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. En provincias, donde la escasez de salas, debido a la poca inversión en cultura, es una realidad, el estreno será desigual. No nos hemos vuelto locos, ni dios tiene nada que ver en esto, los actores no son ubicuos, sino que se trata de una estrategia ya utilizada con anterioridad donde estos dos veteranos, pero no consagrados directores, presentan esta obra en todo el estado al mismo tiempo gracias a la cantidad de actores amateurs repartidos por toda la geografía estatal, que forman parte de sus extensas compañías.
El anuncio del estreno ha sido a bombo y platillo pero con la boca pequeña y fuera de temporada, ante la estupefacción de crítica y público, pues hubiera tenido mucha más aceptación a primeros de año cuando fueron presentadas otras obras de la misma temática, pero de escasa repercusión debido a los pocos medios de las compañías alternativas e independientes que tuvieron a bien representarlas.
Esta producción cuenta con el aval del capital y el dinero de las subvenciones estatales, dicen las malas lenguas que por eso se presenta en este mes, porque muchos de los centros en los que va a estrenarse pertenecen al Ministerio de Espectáculos, que últimamente tiene la agenda muy apretada puesto que no para de estrenar sainetes y esperpentos anunciados en primera plana por los medios de comunicación. Así mismo, dicen las lenguas viperinas, que alguien del ministerio les debe un favor a estos directores por otras producciones de propaganda realizadas para el estado y que esta representación es de compromiso, que se va a estrenar para dar prestigio a Cándido e Ignacio y a sus compañías, que los directores se llevarán el dinero del estreno aunque no vaya el público y que el ministerio, que no es proclive al buen funcionamiento de la obra, hará lo posible para desactivarla, aunque tampoco les preocupa que haya lleno porque el trabajo ya está hecho y pagado, y piensan que el guión no va a hacer mella en los que acudan al teatro.
Los medios inducidos por la gran mano que mece todas las cunas, incluida las de los miembros del gobierno, que han resultado ser unos bebes tragoncetes y dormilones, que no lloran más que cuando se les saca la teta del capital de la boca, han salido a la calle a preguntar al público que opina de la obra y si irán al estreno. Los testimonios no auguran gran futuro a la representación, pues los pequeños negocios no piensan cerrar, ya se sabe que los autónomos, cuya situación es tan boyante, en su acostumbrada línea de solidaridad para con sus clientes, no pueden cerrar sus puertas, a muy buena que resulte ser luego la obra y traiga las secuelas correspondientes con los beneficios que pudieran implicar (ya se sabe que para ir a estos eventos hay que ir a la peluquería, depilarse, perfumarse, estrenar alguna prenda, ir al dentista para que la caries no te de la representación ....). Los funcionarios se quejan de la hora de las representaciones puesto que les coincide con su horario laboral y, claro, su devoción por cumplir con sus funciones para con la administración y los ciudadanos, a los que da servicio, es conocida mundialmente, que le resten parte del dinero de su salario es para ellos totalmente secundario. El resto de trabajadores, exceptuando los que son accionistas de estas compañías teatreras que irán al estreno sí o sí, acudirán dependiendo de si el patrón es amante o no del teatro, aunque ya se sabe que en ciertos círculos el teatro popular no cuenta con gran aceptación, y en estos momentos nadie quiere perder la oportunidad de ser explotado. Antes había unos grupos que iban haciendo breves representaciones por las puertas de las empresas y gustaban tanto sus actuaciones que estas acababan por cerrar sus puertas para que la gente acudiera en masa al teatro a ver la versión íntegra. Pero esto ha caído en desuso porque ahora hasta los propios trabajadores lo encuentran de mal gusto.
La temática de la obra no es original, es un remake de otras obras representadas en el estado español con mayor o menor fortuna y la gente empieza a estar harta de que siempre el final sea el mismo. Se sientan en las butacas sabiendo el desenlace antes del primer acto y cuando se baja el telón sólo quedan los familiares, los compañeros y amigos de la compañía. Dicen que está todo inventado, que segundas partes no fueron buenas, pero hay guiones que nunca mueren y versiones de los mismos que realizadas con dignidad pueden llegar a superar el original. Ahí tenemos un clásico sin fecha de caducidad “La Huelga” de Eisenstein.
Ante la sorpresa de que la campaña publicitaria para ir a ver la obra sea un éxito y todo el mundo quiera conseguir su entrada, los directores conjuntamente con los responsables de los teatros y los ministerios correspondientes han llegado al acuerdo de que todos no podrán disfrutar de esta representación y que habrá un gran número de personas que, aunque quieran acudir al estreno, no podrán hacerlo a riesgo de ser sancionados, no vaya a ser que se pare el país, se enteren los mercados y les quiten la teta del neoliberalismo fascista y salvaje que tanta adicción ha creado entre los dueños circunstanciales de las tijeras.
El público más entendido se ríe de estas miserias, de los directores y del gobierno, piensan que esta obra a pesar de su triste libreto merece estar en las carteleras, no por su contenido sino porque es necesario que cierto tipo de teatro se siga cultivando en el país. Animan a los grupos amateurs y al público que tiene afición de la buena a que haga sus representaciones y performances en las puertas de estos teatros, en las plazas de los pueblos, en los centros laborales, que animen a sus conciudadanos a que por un día dejen el trabajo para participar en uno del que estén orgullosos. La cultura social es muy buena para el pueblo y no basta con sacar un día el teatro a la calle, hay que preparar más obras sobre los derechos inalienables de los trabajadores, sobre el futuro de las pensiones, sobre el recorte de las libertades particulares y colectivas y otras temáticas de gran interés secular, que andan en horas muy bajas por culpa de la basura televisiva que invade los hogares de los pagadores de impuestos, patrocinada por los que nos quieren estúpidos y serviles.
Desde esta columna animamos a la población a salir en masa el día 29, no necesariamente a ver esta obra de teatro de tan baja calidad, sino a representar nuestras propias obras, como tan bien ha sabido hacer el pueblo en otras ocasiones, pero no sólo una vez, sino a hacer las representaciones que hagan falta hasta que todos tengamos cerca de casa un buen teatro de altura y gratuíto, escuela de derechos y conquistas sociales.
El 29 no te quedes entre cuatro paredes, toma la calle, grita bien fuerte y organízate, que nadie te diga cuando tienes que bajar el telón y cuando hay que aplaudir. Hay que pararlo todo para poder seguir adelante.
Esta producción cuenta con el aval del capital y el dinero de las subvenciones estatales, dicen las malas lenguas que por eso se presenta en este mes, porque muchos de los centros en los que va a estrenarse pertenecen al Ministerio de Espectáculos, que últimamente tiene la agenda muy apretada puesto que no para de estrenar sainetes y esperpentos anunciados en primera plana por los medios de comunicación. Así mismo, dicen las lenguas viperinas, que alguien del ministerio les debe un favor a estos directores por otras producciones de propaganda realizadas para el estado y que esta representación es de compromiso, que se va a estrenar para dar prestigio a Cándido e Ignacio y a sus compañías, que los directores se llevarán el dinero del estreno aunque no vaya el público y que el ministerio, que no es proclive al buen funcionamiento de la obra, hará lo posible para desactivarla, aunque tampoco les preocupa que haya lleno porque el trabajo ya está hecho y pagado, y piensan que el guión no va a hacer mella en los que acudan al teatro.
Los medios inducidos por la gran mano que mece todas las cunas, incluida las de los miembros del gobierno, que han resultado ser unos bebes tragoncetes y dormilones, que no lloran más que cuando se les saca la teta del capital de la boca, han salido a la calle a preguntar al público que opina de la obra y si irán al estreno. Los testimonios no auguran gran futuro a la representación, pues los pequeños negocios no piensan cerrar, ya se sabe que los autónomos, cuya situación es tan boyante, en su acostumbrada línea de solidaridad para con sus clientes, no pueden cerrar sus puertas, a muy buena que resulte ser luego la obra y traiga las secuelas correspondientes con los beneficios que pudieran implicar (ya se sabe que para ir a estos eventos hay que ir a la peluquería, depilarse, perfumarse, estrenar alguna prenda, ir al dentista para que la caries no te de la representación ....). Los funcionarios se quejan de la hora de las representaciones puesto que les coincide con su horario laboral y, claro, su devoción por cumplir con sus funciones para con la administración y los ciudadanos, a los que da servicio, es conocida mundialmente, que le resten parte del dinero de su salario es para ellos totalmente secundario. El resto de trabajadores, exceptuando los que son accionistas de estas compañías teatreras que irán al estreno sí o sí, acudirán dependiendo de si el patrón es amante o no del teatro, aunque ya se sabe que en ciertos círculos el teatro popular no cuenta con gran aceptación, y en estos momentos nadie quiere perder la oportunidad de ser explotado. Antes había unos grupos que iban haciendo breves representaciones por las puertas de las empresas y gustaban tanto sus actuaciones que estas acababan por cerrar sus puertas para que la gente acudiera en masa al teatro a ver la versión íntegra. Pero esto ha caído en desuso porque ahora hasta los propios trabajadores lo encuentran de mal gusto.
La temática de la obra no es original, es un remake de otras obras representadas en el estado español con mayor o menor fortuna y la gente empieza a estar harta de que siempre el final sea el mismo. Se sientan en las butacas sabiendo el desenlace antes del primer acto y cuando se baja el telón sólo quedan los familiares, los compañeros y amigos de la compañía. Dicen que está todo inventado, que segundas partes no fueron buenas, pero hay guiones que nunca mueren y versiones de los mismos que realizadas con dignidad pueden llegar a superar el original. Ahí tenemos un clásico sin fecha de caducidad “La Huelga” de Eisenstein.
Ante la sorpresa de que la campaña publicitaria para ir a ver la obra sea un éxito y todo el mundo quiera conseguir su entrada, los directores conjuntamente con los responsables de los teatros y los ministerios correspondientes han llegado al acuerdo de que todos no podrán disfrutar de esta representación y que habrá un gran número de personas que, aunque quieran acudir al estreno, no podrán hacerlo a riesgo de ser sancionados, no vaya a ser que se pare el país, se enteren los mercados y les quiten la teta del neoliberalismo fascista y salvaje que tanta adicción ha creado entre los dueños circunstanciales de las tijeras.
El público más entendido se ríe de estas miserias, de los directores y del gobierno, piensan que esta obra a pesar de su triste libreto merece estar en las carteleras, no por su contenido sino porque es necesario que cierto tipo de teatro se siga cultivando en el país. Animan a los grupos amateurs y al público que tiene afición de la buena a que haga sus representaciones y performances en las puertas de estos teatros, en las plazas de los pueblos, en los centros laborales, que animen a sus conciudadanos a que por un día dejen el trabajo para participar en uno del que estén orgullosos. La cultura social es muy buena para el pueblo y no basta con sacar un día el teatro a la calle, hay que preparar más obras sobre los derechos inalienables de los trabajadores, sobre el futuro de las pensiones, sobre el recorte de las libertades particulares y colectivas y otras temáticas de gran interés secular, que andan en horas muy bajas por culpa de la basura televisiva que invade los hogares de los pagadores de impuestos, patrocinada por los que nos quieren estúpidos y serviles.
Desde esta columna animamos a la población a salir en masa el día 29, no necesariamente a ver esta obra de teatro de tan baja calidad, sino a representar nuestras propias obras, como tan bien ha sabido hacer el pueblo en otras ocasiones, pero no sólo una vez, sino a hacer las representaciones que hagan falta hasta que todos tengamos cerca de casa un buen teatro de altura y gratuíto, escuela de derechos y conquistas sociales.
El 29 no te quedes entre cuatro paredes, toma la calle, grita bien fuerte y organízate, que nadie te diga cuando tienes que bajar el telón y cuando hay que aplaudir. Hay que pararlo todo para poder seguir adelante.
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