La desobediencia de las CUP y del Procés Constituent, mi desobediencia.
De todo el proceso sobre la consulta en Catalunya lo que siempre me ha motivado ha sido la participación ciudadana y la necesidad de muchas personas de votar, más allá de la pertenencia a colectivos sociales o grupos convencidos del inaguantable déficit democrático que arrastramos desde la noche más negra. Pero votar, no como dicen los zafios envueltos en su bandera constitucional, que nos recuerdan que ya lo hacemos en las elecciones que ellos dictan, sino votar lo que decidamos que hace falta votar. En este caso, como lo sería en cualquier otro que fuera contra los intereses del estado, es justamente eso, la necesidad de someter a las urnas una cuestión en contra de la opinión del gobierno español, plantando una incipiente semilla de rebeldía. Habrá gente que se ha planteado este consultar al pueblo de Catalunya como una fiesta de la democracia, como suelen decir los partidos del aparato del sistema. Otros de una manera muy naif como un paseo a la urna y vuelta a casa, que cuando lleguemos todo estará hecho. Tantos otros confiando ciegamente en líderes que como en el deshojar de una margarita, unos días dicen llegar hasta el final y otros hasta donde la legalidad les deje. Pero también de muchísima otra gente que sabe por lo que quiere votar y que va más allá de un territorio, una lengua y una identidad, va de derechos y de construir una nueva realidad catalana y saben también que eso tiene un precio en trabajo, compromiso y en consecuencias.
El concepto de legalidad es quizá
lo más interesante del proceso y hay diferentes modos de interpretar como se
llega al borde de la línea trazada por el estado, como marca de donde acaban
tus derechos. Los que andan ilusionados con un nuevo futuro pero nunca se han
enfrentado a este trazo legal, porque sus vidas han transcurrido plácidas bajo
la tutela de los gobiernos de turno, la miran como algo abstracto. Los que
están hartos de verse vetados por esa gruesa línea continua desde la dictadura
y han puesto su pie sobre ella e incluso han osado traspasarla saben que tras
esta raya se apagan las luces, se va el taquígrafo y se abre una puerta a la
total certidumbre de que el día que te dejen volver al gran rebaño de la
legalidad serás una oveja negra, con marcas que no se pueden ver. Las ganas de seguir luchando dependerán
de la cantidad de miedo que hayan logrado inocularte por la pura fuerza y de la
solidez de las ideas y principios que te llevaron a traspasar la línea que
ellos mueven a su antojo para que no sepas nunca realmente donde estás pisando.
¿Debería ser la legalidad
legítima y legal cuándo atropella y vulnera los derechos de las ciudadanas y
ciudadanos que dicen proteger? No. ¿Debería ser legítima y legal la
desobediencia cuándo en nombre de la ley te dejan en el desamparo democrático y
se cae en la injusticia y la violación de los derechos humanos? Sí. No hay más
preguntas.
Cuestionar la legalidad que ellos
establecieron en nombre de pactos manchados de sangre y de constituciones con
coronas es lo revolucionario de este proceso, que para mí, llamadme ilusa, no
va de vías, ni de uves, ni de camisetas de colores, va de rebelarse contra la
prohibición de lo que es legítimo, ético y objetivamente legal. Va de gente que
se ha convencido de que está harta de ver desde su ventana el precipicio que le
han colocado y que no puede vadear. Y que si algunos lo hacen al grito de ¡in-
inde- independencia! no es un canto que nazca del nacionalismo hijo de Pujol,
ese grito no retumbaría tan fuerte como lo hace ahora. Ahora es una canción que
surge de la situación insostenible que viven las súbditas y súbditos catalanes
del nuevo Borbón, como en tantas otras partes del estado, pero con el agravante
de discriminación identitaria desde el rancio nacionalismo español, que de
tanto llamarnos perros ha conseguido que ladremos y hasta que mordamos una mano
que nunca nos dio de comer, tal como ellos aseguran. Ya no es nacionalismo
decadente, ni cuestiones históricas, es independentismo del siglo XXI, ese que
aunque se empeñen en lo contrario bebe en la ribera izquierda.
Así os digo a todas y todos
aquellos que no vivís en Catalunya y que estaréis hasta el moño del tema de la
consulta por saturación, a los que militáis en la resistencia ante la abolición
y el recorte, que nuestra derrota será una gran victoria para los que siguen
dictándonos que los marcos de las fincas del gran decadente cortijo español
solo los mueven ellos y siempre a su interés. Y nuestra derrota será también la
de todos aquellos que luchan por cambiar las cosas por poner ante el pueblo la
verdadera capacidad de decidir, ya sea monarquía o república, sobre los
recortes de los servicios públicos, sobre la deuda, la vivienda, la jornada
laboral, el paro, la corrupción…. sobre nuestro futuro. Y hacerlo cuando sea
necesario, no cuando marque un calendario que no hemos elegido. Puede que
seamos vencidos por el enemigo interior, por los que abandonen el barco cuando
vean el arrecife del constitucional más cerca y la palabra desobediencia se les atragante
en su cobardía política, pero eso no me preocupa porque de cierta gente no
esperas casi nada. Sí que espero de todas y todos los que han estado tomando
sus propias calles para exigir un derecho, los que tendrán que demostrar a los incrédulos que
el timón es suyo, como lo es, y no del presidente de turno, aquél que solo se
vio empujado por unos, por otros y por su situación. Ahí se verá que las movilizaciones no eran un
brindis al sol sino una determinación firme por el derecho a poder elegir si
queremos o no la autodeterminación.
Por eso, más allá de lo que haga
Mas, de lo que hagan los políticos que se subieron al barco hacia Ítaca, algunos comprometidos hasta las últimas consecuencias, lo que más me interesa es qué haremos
los que hemos construido ese barco, carpinter@s, ensamblador@s, hacedor@s de
velas…. ¿Nos quedaremos mirando esa nave que hemos creado o se ocupará y se remará
con fuerza hacia la desobediencia, empujados por el aliento de los que no
pudiendo coger los remos soplarán las velas para llegar a un puerto, donde
votar sea un derecho incuestionable y donde todo lo que nos afecta pueda ser
decidido? No se pueden pedir héroes que lo hagan en tu nombre, pero si asumir el riesgo colectivamente pues así éste se minimiza.
La legalidad que ellos imponen es ilegal, estamos
hartos de decirlo los que no aceptamos ni la ley de Amnistía del 77, ni la
Constitución del 78, que siguen amparando el fascismo español y sus crímenes. Pero
también podrían decirlo todos los colectivos que han salido a las calles estos
últimos años al ver atropellados sus, nuestros, derechos más elementales.
Es tiempo de lucha solidaria y conjunta,
de construir futuros de igualdad, justicia y libertad en todos los rincones del
estado español. Es hora de la desobediencia social. Si respetamos los deseos y
necesidades de los diferentes pueblos y trabajamos tendiendo puentes para
avanzar contra el implacable enemigo común, el neoliberalismo fascista, valdrá la
pena desobedecer máxime si lo hacemos juntas y juntos, pues así ganaremos.
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