Últimamente estoy revisando
consejos de guerra y expedientes penitenciarios y es recurrente encontrar
cartas de los penados pidiendo revisión de condena o reducción de la misma,
viéndose obligados a utilizar formas serviles y humillantes con encabezados de “Viva
Franco” y despedidas reptantes y dolorosas a mayor gloria del caudillo de la
muerte. Qué no deberían sentir los firmantes de estas peticiones al verdugo de
su familia, sus camaradas e incluso de sus ideas. A más de uno le herviría la
sangre por ese ultraje a su dignidad.
Así me siento, salvando la
distancia de sus terribles circunstancias, tan similares al más puro y
chusquero franquismo. Me siento indignada después de lo acontecido el otro día
en el Parlament, triste ante tanto servilismo y cobardía, porque aunque yo no
soy nadie para pedir valor para ir a la cárcel o el exilio a un señor o una
señora que se comprometió a ir hacia la República contra viento y marea del
estado español. Yo y millones de votantes si tenemos autoridad moral para
exigir a sus partidos o coaliciones que se sometan a la voluntad de quienes les
han llevado a sus escaños. Por eso el President de la Mesa del Parlament
tendría que ser leal, no mentir y no esconder su miedo y/o sus estrategias de
partido detrás de un discurso contundente pero vacío. Sois muy malos, os lo
digo a la cara, pero acato. Y lo peor, que encima nos quiera convencer de que
era por proteger a Puigdemont a petición suya. A estas alturas no se puede
vender la voluntad popular y ésta no puede comprar Governs autonómicos de saldo
con la espada 155 de Rajoy sobre nuestras sufridas cabezas ad eternum. Qué
clase de Govern de futuro hacia ninguna República sería el que naciera bajo el
signo de la derrota moral y efectiva. Rendición sin contraprestación. Todos
sabemos que volver al punto de partida no es posible porque el estado español
ya ha probado la sangre y nos sabe vulnerables, ya no tendremos más autogobierno
sino la supervisión del Reino de España controlando si nos portamos bien
servilmente a su una, grande y libre.
Dicen las lenguas bien informadas
que ERC y PdCAT están pactando volver a la autonosuya, la de los
constitucionalistas, en el mejor de los casos para liberar a los presos
políticos y en el peor para ser gobernados fiscalizados, un intercambio de rehenes
y la República catalana vendida en las rebajas de enero. Ahora los que se han
llamado traidores entre sí pueden traicionarnos en comandita, se muestran
dignos y nos mienten solemnemente a la cara diciéndonos que todo sigue igual, que
el horizonte es el mismo aunque cada vez lo pinten más lejano y que Puigdemont
es el candidato sí o sí. Sería más honorable que dijeran sinceramente lo que
piensan porque no somos menores de edad y no necesitamos tutela política. Una
claudicación de este calibre cuando el estado estaba histérico buscando
presidenciables en los maleteros de los coches hasta en territorio francés
pasándose la frontera por el forro, presionando a los tribunales y ganándose la
calificación de democracia imperfecta, es regalar una victoria, un balón de
oxígeno al enemigo, al que todo aquel que se considere demócrata en el estado
español tendría que estar luchando por echar a la calle.
El PdCAT está sobrepasado por el
liderazgo de un Puigdemont que a veces tuitea al estilo CUP y ERC está muy dolida
porque tiene a su presidente en prisión mientras Puigdemont mantiene el Procés
vivo a nivel internacional de manera inteligente y efectiva acaparando todo las
atenciones. Hay que reconocerlo, aunque yo esté en las antípodas de su partido.
Recordar a algunos que no midieron bien a su enemigo, que fueron ingenuos y que
todos tuvieron la opción de marcharse antes que entregarse con tanta candidez.
Este es un país que ya no quiere votar mártires sin voz, sino que quiere ser
representado por quien mantenga en el candelero su lucha. No digo que sea
justo, pero sí una realidad, la
gente ya no quiere conmemorar derrotas sino celebrar victorias, aunque sean
pequeñas. Eso no quiere decir no se tenga muy presente a los presos políticos y
que se esté dispuesto a pelear por su libertad cada día.
La prisión no se tradujo en los
votos esperados por una Esquerra que se perfilaba caballo ganador, también
porque su discurso y su programa apuntaba a lo que vamos descubriendo día a
día. Vuelta a la autonomía para acumular más fuerzas, acercamiento a los Comuns-Podem-ICV,
que no se entienden ni entre ellos y que viven horas muy bajas, con la
esperanza de convertirlos al independentismo o hacerlos simpatizantes y de aquí
a vete a saber cuando hacer un referéndum. Pero quizá entonces muchos de los
que ahora están por la República catalana se hayan hartado de esperar. O quizá alberguen
la esperanza de que se produzca el milagrito de la moción de censura y que de
ahí salga la recuperación de derechos y libertades, con ese Pedro Sánchez sumiso
a la unidad de la patria y su Constitución de chicle, que tiene la talla política
de un gnomo de jardín, eso es soñar. Y el futuro todavía es más negro porque
las próximas elecciones nacionales servirán para que a coste cero el parásito Ciudadanos
resulte sin duda premiado por su discurso falangista, furibundamente
anticatalán y lleno de odio, le saldrá más que barato porque la cama la ha
puesto el PP.
ERC ha tragado mucha quina en los
últimos tiempos en Junts pel Sí, pero ahora no es la hora de los partidos, es
la hora de la gente y no nos pueden pedir que posterguemos, ni renunciemos a un
futuro de ruptura democrática, libertades y derechos, a la satisfacción de
vencer a los eternos vencedores, a la victoria de los vencidos esperanzados en
un nuevo horizonte de verdad, justicia y reparación. No es ni justo, ni ético.
No pueden venir a la hora de la verdad a explicarnos que se han dado cuenta de
que no somos bastantes. Cuando vendían el sueño éramos menos. Somos
suficientes. Y esto no es solo por Catalunya, es por todos los pueblos del
estado español que nos están observando con esperanza.
La exitosa estrategia de
Puigdemont algunos no la digieren, pero hay que reconocer que después de su pírrica
República del minuto ha resarcido a la causa manteniendo la lucha por la República
en el candelero y poniendo en jaque al gobierno español al que consiguió
atragantarle los turrones. Y aunque para mí la cuestión no es Puigdemont o
Puigdemont, más allá de la legitimidad democrática que representa, lo más
importante es sin duda República sí o sí. Si no digieren el éxito del exilio
tendrán que digerir más tarde los resultados de los movimientos de la partida
de ajedrez que se está jugando en el tablero de un estado español tramposo con
su rey, su reina y su ejército de peones. Unos reyes que se han mostrado
implacables con lo que entienden como el final de sus días de vivir del cuento,
que se han visto reforzados y apuntalados por los del “a por ellos”, por la
España del franquismo cotidiano que le regaló el trono a su padre y por ende a
su felipísima majestad, que en el aniversario de su medio siglo reunió a su
corte a mayor gloria en un espectáculo rancio y decadente acompañado de su
emérito padre, al que sacó del exilio real en una Pascua Militar de ecos de
tambores de guerra contra Catalunya y al que ya se le han perdonado todos sus
pecados. La monarquía gracias al
Procés ha mostrado su real y dura cara y ha vuelto a ser la de siempre, con los
de siempre y con el Banco Santander, Telefónica, Iberia o las Hidroeléctricas felicitándole
a página completa de diario, en realidad felicitándose de seguir controlando
los reales designios. El rey vergonzosamente y antidemocráticamente en Davos y
nosotros amordazados por la ley.
Alertar a las organizaciones
sociales que han capitalizado la decepción de la gente ante la arrogancia
arrolladora del estado español y el ansia de República de gran parte del pueblo
de Catalunya, que si se adosan a los intereses partidistas de la clase política
no dispuesta al sacrificio por la causa, el pueblo las superará y seguirá su
camino, avanzando, porque esto no se fraguó en un despacho sino en la calle, se
concibió desde abajo y desde abajo vendrá la República. Y que sin la unidad
transversal que se ha escenificado hasta la fecha no será posible. No hay que
olvidar, ni perdonar, hay que tener memoria y recordar como hemos llegado hasta
esta situación insostenible e insufrible de aniquilación de derechos y
libertades.
Y volviendo al principio, las que
entendimos este proceso como una ruptura con el franquismo, con la monarquía
gestada en su vientre sin entrañas, con la transición de transacciones y
traiciones, no estamos dispuestas a las capitulaciones sin ninguna
contrapartida, a humillarnos de rodillas mientras los hijos de los que vejaron
a nuestros padres se ríen de nosotros desde su miseria moral que solo sabe
reprimir y ocupar.
Hoy es 1, hace 4 meses la gente
recibió palos por ir a votar, el martes por querer acercarse al Parlament, diferentes fuerzas policiales pero mando único del ordeno y mando. Todos sabemos que los golpes que duelen más no
son necesariamente los que dejan marca física, esos son todavía más difíciles
de olvidar. Y no, no olvidamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario