Previa actos 17-A.
Reconozco que yo soy un poco rara
avis para los tiempos impúdicos que vivimos en el gran circo aparador de las
redes sociales, deben ser cosas de la edad. No soy muy dada a compartir
públicamente asuntos personales si con ello no estoy haciendo denuncia política
o social. Por eso no soy muy partidaria de los homenajes fotográficos con
autoridades y adláteres varios, que son coyunturales, puede que no
malintencionados, pero tampoco altruistas y gratuitos.
Francamente soy de la opinión de
que cuando hay una tragedia, del tipo que sea, más que actos multitudinarios de
lágrima del minuto y luego soledad para las víctimas, tendrían que hacerse
manifestaciones de protesta para denunciar el abandono en el que se encuentra
mucha gente después de la bonita catarsis colectiva, que nos reafirma
socialmente como excelentes seres humanos y luego a otra cosa.
Si fuera víctima de cualquier
tipo de terrorismo, yo o alguien de mi entorno, lo más importante para mí sería
que las administraciones me ofrecieran el acompañamiento y ayuda necesario para
curar tanto física como psicológicamente mis heridas, que no me trataran como
si fuera un formulario burocrático sino como un ser humano, que el respeto y la
comprensión fueran de la mano de las prestaciones e indemnizaciones justas, no
miserables, que necesitara para poder pasar página de la mejor manera posible.
Que me rescataran como a la banca, generosamente sin recriminaciones y a fondo
perdido por el bien de la sociedad, no de la economía. Las vidas se rompen y no
es trabajo solo de las familias y amistades reconstruirlas, a muy mediterráneos
que seamos. El estado con sus gobiernos y las decisiones de los mismos tiene
una responsabilidad subsidiaria que debe cubrir con creces. Las víctimas no
deben informarse, deben ser informadas, deben ser buscadas, reconocidas y
resarcidas. Cuántas víctimas como en el caso de las represaliadas por el
franquismo y el nazismo no han cobrado aquello que por ley les correspondía porque
el estado no se molestó en informarlas, incluso cuando las indemnizaciones las
pagaban otros estados. Aquí impera la cultura de si quieres algo ya vendrás a
buscarlo como si se tratara de caridad, no de hacer cumplir la ley, pero luego
te monto una manifestación de miles de personas para que veas lo buenos y
solidarios que somos.
Todo esto viene al hilo de las
convocatorias para recordar a las víctimas de los atentados de Barcelona y
Cambrils, del postureo y el pastoreo, de las polémicas de si son actos por los
que sufrieron las consecuencias de estos ataques no deben estar politizados,
pero claro, esto lo dicen los políticos que no van a faltar en la foto porque
más allá de sus cargos institucionales representan unas marcas que han estado
en litigio durante todo el mes a costa de los eventos del 17-A. Y la guinda del
pastel ha sido la disputa por la presencia del rey residual, ese que aquí gusta
cada vez a menos gente, que viene con su currículum de puente de ventas de
armas al país que patrocina terroristas. Monarquía que se sienta a cenar en las
mesas de los que dicen combatir el terrorismo. Cinismo en estado puro que vale
millones de dólares y euros, las vidas no importan.
Si fuera víctima me importaría
bien poco quien va y quien no va a la manifestación oficial, respetaría a
aquellos que no quieren que se convierta en un acto de apoyo al rey, ni al
gobierno del estado, ni al de la Generalitat, ni al de l’Ajuntament de
Barcelona. Quizá lo mejor es que lo hubieran organizado los implicados aquel
día y que las administraciones hubieran puesto a su alcance los medios para
hacerlo. Pero yo solo hablo en mi nombre no en el de las víctimas.
Tras los actos del 17-A.
No puedo sentir más que vergüenza
ajena por lo sucedido hoy en Barcelona. Primero y notorio es que la ciudadanía
no se ha visto llamada a participar en este homenaje, hecho que tendría que
verse como un fracaso por parte de los organizadores. Una plaza Catalunya a
medio aforo.
Dijeron que las protagonistas
absolutas serían las víctimas y sus familias, pero eso no significa simplemente
que encabecen una ofrenda floral, si luego los subes en un autobús mientras la
comitiva política reclama toda la atención de los fotógrafos tapando a los
servicios de emergencias que hicieron el trabajo aquel día.
El rey con Pedrito y la corte de
Madrid hace entrada triunfal en la plaza donde una claque con banderas españolas
y sombreros a juego regalados por voluntarios de la caspa monárquica le
ovacionan como torero en ruedo, pasándose a las víctimas por el arco del
triunfo franquista. Los mismos que pedían a gritos y agresivamente que se
quitara una pancarta de malvenida al monarca, que han increpado a los mossos
escupiendo a las furgonas, que han quitado carteles a las personas que
denunciaban los negocios de guerra del estado y la corona mientras les
perseguían para agredirles. Los que han gritado a Gemma Nierga por su discurso
en catalán. Ha sido lamentable que los familiares hayan estado oyendo consignas
a favor de Felipe al grito de ¡No estás solo! como si fuera un acto de
exaltación borbónica y no un acto de recuerdo a las víctimas. Unas familias que
han sido utilizadas por su majestad haciéndose fotos y vídeos consolando a
diestro y siniestro como en un teatrillo hipócrita. Familias la mayoría
extranjeras, que ajenas al momento político que se vive en Catalunya, se habrán
sentido encima reconfortadas y agradecidas por la cercanía real. Repugnante.
Triste que los mossos hayan
quitado a personas que querían entrar a la plaza carteles de denuncia de los
negocios reales, que hayan intentado descolgar la pancarta donde se le decía a Felipe
que no era bienvenido en un edificio de titularidad privada aunque después
hayan dicho que solo querían comprobar que estaba bien colgada.
El acto ha sido, en justicia,
respetuoso y emotivo, tanto como la gente que ha decidido manifestarse
silenciosamente por la Rambla bajo el lema “del pueblo y para el pueblo, no
tenemos rey, no tenemos miedo”, que ha sido aplaudida por el público congregado
en el mosaico de Miró.
Qué pena que un acto donde toda
la polémica se decantó hacia la censura y la crítica a veces muy corrosiva al
Govern de la Generalitat, a las asociaciones y colectivos por el derecho a
decidir y por la independencia y a los republicanos en general haya sido al
final un fiasco para aquellos que salieron a defender el pleito del estado y la
corona y su derecho a la foto. Vaya, ahora toca escurrir el bulto, desde el
ayuntamiento, a la delegación de gobierno, al gobierno, a la casa real, bueno
los que tienen algo de decencia llevaran la vergüenza consigo, los que no, que
ya sabemos quienes son seguramente estarán orgullosos del esperpento vivido hoy
en Barcelona.
1 comentario:
dicen que
TODO ATENTADO TERRORISTA
LO ES DE ESTADO
y no se por qué
Publicar un comentario